miércoles, marzo 21, 2007

Magia en la cocina

Desayuné con Archie y con mi tía. Estaban sorprendidos de que hubiera pasado ahí la noche y les mentí, diciendo que tuve que trabajar hasta tarde. Mi tía sugirió que involucrara más a Archie en los asuntos de la familia, lo cual no me parece mala idea. Después de todo, una tercera parte de los bienes que administro pertenecen a su madre, quien por cierto está por llegar.

Durante el día estuve pensando si ir o no al Hogar de Pony a visitar a Candy. Pensaba que ella era quien debería ir a verme, pero no tiene los medios para ello... aunque siempre se las ingenia para ir y venir, como demostró ayer llevando a Mae hasta mi casa. Por otro lado, si la iba a ver inmediatamente despues de la visita de Mae pensaría que quiero una respuesta cuanto antes...

Al final me decidí por salir temprano del trabajo e ir a visitarla después de cenar. Pero cuando llegué a Lakewood, Candy me estaba esperando al lado del cancel de las rosas.

" Candy!" -la llamé y corrí hacia ella- "¡que bueno que hayas venido a verme!"

Ella estaba sonrojada, pero sonriente. "Tenía que venir, no deseaba que pensaras que sigo enojada contigo". ¡Qué palabras más lindas!

"Candy, espero que la visita de Mae el dia de ayer no te haya importunado".

" En absoluto! " dijo con una sonrisa. "Por fin pude conversar a gusto con ella y descubrir que efectivamente es una persona muy agradable. Además, me dijo cosas que me hicieron pensar mucho..."

Sentí enrojecer, pues recordé que Mae le dijo que yo seguía enamorado de ella. Quise cambiar de tema:

"Vamos adentro, Candy. ¿Quieres quedarte a cenar? Podríamos preparar algo juntos... "

"¡Albert!"- me interrumpió. "¿De verdad esperas que yo te ayude a cocinar?"

"Perdona, Candy, no se si recuerdes que no tengo cocinera, tan solo una mucama". Pero ella reía a pirena suelta.

"Lo sé muy bien, Albert, eres tú quien ya olvidó lo mal que cocino", dijo riendo.

"No lo olvido Candy, pero tampoco olvido lo lindo que era compartir todo contigo". Ella sonrió y dijo que me ayudaría en lo que pudiera. Al final acordamos que ella solo prepararía una ensalada y yo cocinaría lo demás.

Fue una cena tan agradable... Hacía mucho tiempo que no cenábamos juntos, desde que ella regresó al hogar de Pony. Durante la cena, hablamos de aquella vez que fui a la colina de Pony con mi traje escocés, cuando ella era niña. Parece increíble que no hayamos hablado de ello antes. Aunque es lógico, si consideramos los enormes malentendidos que surgieron entre nosotros cuando ella por fin supo la verdad.

"Recuerdo algunas cosas de ese día. La tía Elroy habia organizado algún evento en Lakewood y me obligó a vestir el tartán de la familia. Yo tenía diecisiete años y muy pocas ganas de andar por ahí vestido de escocés. Salimos a montar con algunos de los invitados pero yo me alejé del grupo. Cuando por fin los perdí a todos de vista, até mi caballo para que descansara y subí a la colina, sin saber que ahí encontraría a una niña llorando... "

"Lo recuerdo bien. Yo lloraba porque Annie ya no quería ser mi amiga. ¿Porqué te fuiste tan rápido? Ni siquiera pude preguntarte tu nombre".

"Bueno, como recordarás, toqué la gaita para ti, pero inmediatamente me arrepentí, pues con ello acababa de delatar mi posición al resto del grupo, ¡y yo no quería que me encontraran! Quise despedirme cuanto antes, pero tú te habías echado a correr... ¿lo recuerdas?"

"Fue por el viento, que se llevó la carta de Annie... cuando la recuperé ya te habías ido y no habías dejado más que tu medallón". Y al decirlo, mostró el medallón que aún llevaba al cuello.

"Mi tía se molestó mucho cuando le dije que lo había perdido. Pero en realidad lo dejé para ti. No pensé que lo fueras a conservar tanto tiempo".

Candy, pensativa, prosiguió preguntando: "Y en aquella ocasión, años más tarde, en que me sacaste del río, ¿me reconociste?"

"No de inmediato. Pero durante esos dias que te quedaste a vivir conmigo en la casa del bosque me preguntaba por qué tu rostro me parecia familiar... Aún asi no até los cabos hasta que tuve que firmar tus documentos de adopción. Al saber la ubicación del hogar de Pony no me cupo la menor duda. Pensaba contártelo algun dia, pero me daba vergüenza".

Sorprendida, Candy preguntó: "¿Por qué, Albert? Sabes que yo tenía muchas ganas de saber quién era ese chico."

Suspiré, sintiéndome un poco incómodo, y continué: "Porque lo habias idealizado, hablabas de él como un príncipe de un cuento... contarte la verdad era como romper el encanto".

Ella me miró tiernamente y dijo, muy bajito: "Todo lo contrario Albert, siempre me fuiste para mí el caballero mas noble, dulce y protector del mundo, como te imaginé de niña. Si hay alguien que me haya tratado siempre como una princesa, ése eres tú... Me has acompañado cada vez que he estado en apuros o pasando por un mal momento. Siempre te preocupaste por mi bienestar, cuidándome de lejos, aún cuando yo no tenía ni idea de tu identidad. Ese día que tocaste la gaita para mí, yo estaba triste, pero me hiciste sonreir... y así ha sido siempre. Aún me haces sonreír, Albert, el encanto no se ha roto..."

Sus ojos brillaban al hablar y yo estaba enternecido, deseoso de que continuara. Pero entonces ella se sonrojó y no dijo más. ¿Esperaba que yo dijera algo? Pasaron unos segundos de incómodo silencio sin que yo supiera qué decir, cuando de pronto Candy se puso de pie y empezó a recoger la mesa. En silencio, la imité. Candy automáticamente empezó a lavar los platos y yo a secarlos... sin necesidad de decir nada, como cuando vivíamos juntos.

Las dulces palabras de Candy seguían resonando en mi cabeza. ¿Eran una confesión de amor? No exactamente, aunque yo en ese momento deseaba apretarla muy fuerte entre mis brazos, llenarla de besos y decirle tantas cosas lindas al oído. Pero no quería correr el riesgo de asustarla. Decidí reanudar la conversación, pero por terrenos más tranquilos.

"Cuéntame, Candy, de qué que estuvieron hablando ayer tú y Mae?", pregunté.

"De muchas cosas. Hablamos del Hospital Santa Juana y el Dr. Leonard, tambien hablamos de la clínica en Rhodesia donde ella estuvo trabajando... ¿Sabes que tiene un novio en Sudáfrica?"

"Sí, me lo había dicho. Pronto vendrá a América y se van a casar."

"Albert, debiste decírmelo. Me habrías evitado los celos..." Y al finalizar la frasé su rostro enrojeció.

Casi se me cae el plato que estaba secando cuando la oí decir eso. Que estúpido. Jamas se me pasó por la
cabeza que Candy pudiera sentir celos por mí. Pero de pronto podía entender su inicial fastidio con Mae. Concentrado en mis propias inseguridades, no supe adivinar las inseguridades y suposiciones de ella.

"¿Celos? ¿Estabas celosa de Mae?", dije incrédulo mientras pensaba en todo lo que eso implicaba.

Candy se giró hacia mí, tímidamente, y fijó en mí sus hermosos ojos verdes.

"Sí, pero ya no lo estoy Albert, pues sé que mis celos no tenían fundamento".

"Candy.... no pensé.... no pensé ...." Iba a decir "no pense que me amaras", pero las palabras no salían de mi garganta.

Se me acercó, muy despacito, y retiró de mis manos el plato que estaba secando mientras me decía: "No pensaste que te amara, verdad?"

Yo, temblando, solo negué con la cabeza. Ella me abrazó y apoyó su cabeza en mi hombro.

" Yo tampoco lo pensaba, pero ahora sé que te amo".

Es imposible describir la dicha y la emoción de ese momento: sentir a Candy entre mis brazos, mis manos en su cintura, la cercanía de su rostro... y sobretodo, sentir su cariño por mí. Me costó mucho controlar mis deseos de demostrarle a su vez la fuerza de mis sentimientos y abrazarla con toda el alma. Pero despacio, y con mucho cuidado, besé su frente. Al alzar ella su rostro, besé también sus labios, como aquella vez en la colina, pero sin prisa, ni miedo, ni vergüenzas. Y al separarnos, ella sonrió, y volvió a abrazarme muy fuerte.

¿Cuántas veces he tenido a Candy entre mis brazos? Me vino de golpe el recuerdo de la frustración que sentía cada vez que ella venía a mí buscando un abrazo de amigo o hermano. Pero aquí estábamos, tras una confesión de amor y un largo beso, tan cerca uno del otro que sentía el corazón de Candy latiendo al ritmo del mío. Se me hizo un nudo en la garganta y apenas podía contener mis lágrimas. Ella debió darse cuenta, porque con un hilo de voz comenzó a bromear:

"La cocina es menos romántica que la colina de Pony, ¿no te parece?", dijo Candy.

"No, Candy. No niego que fue hermoso besarte en la colina, bajo el padre árbol.... pero me dejaste tan confundido que prefiero mil veces besarte en la cocina, sabiendo que me amas", le respondí.

Ella rió, con esa risa hermosa que siempre me pone de buen humor. Yo deseaba besarla de nuevo, pero ella continuó diciendo: "Fui una tonta, Albert, perdóname. Mis sentimientos por ti habían cambiado mucho antes, pero no me atrevía a reconocerlo..."

"Fui yo quien escogió un mal momento, Candy" - la interrumpí. "No debí besarte sin estar seguro de lo que tú sentías por mí, y menos ese día que por fin volvías a casa con tus queridas maestras, y que tenías otras cosas en mente".

"Albert, ese beso fue lo más hermoso de ese día. Eso y la emoción de descubrir que eras ese muchacho cuya identidad tanto me intrigaba... Fue tu carta, en la que deseabas ser sólo mi amigo, la que lo echó todo a perder..."

"Uf, ¡pues la tuya ni te cuento!", le dije yo riendo.

"Ya no recuerdo lo que te escribí... sólo recuerdo que estaba muy frustrada porque, después de besarme, no te interesaba más que mi amistad". Vi un poco de tristeza en sus ojos, y la abracé más fuerte.

"Princesa, no hablemos más de cartas, ni de malentendidos. Yo no quería presionarte, y solo logré hacerte enojar. Pero te amo, ¿lo sabes?"

Ella se paró de puntas y me besó en la mejilla. "Yo también te amo, y prometo no volver a escribirte notas cuando esté enojada".

Nos abrazamos y nos besamos de nuevo. ¿Cuánto tiempo habremos estado ahí, sin movernos del lavadero? Teníamos toda una mansión llena de lujos y jardines bellos donde declararnos nuestro amor, pero seguimos ahí, en la cocina, hasta que caí en cuenta de que era tarde y que Candy tendría que volver al hogar de Pony. Sus madres podrían hacernos muchas preguntas si nos demorábamos mucho más... y yo no podría ocultar mi turbación, mis sentimientos, emociones y sensaciones que estaban demasiado a flor de piel.

"Más vale que te lleve a casa, ¿no te parece?" En verdad era tarde, pero Candy parecía no tener prisa por volver.

Había miles de estrellas, la noche era cálida y yo estaba feliz de saber que por fin todo estaba bien entre nosotros. Cuando llegamos salió la Señorita Pony a la puerta. No pude despedirme de Candy con un beso pero ¿qué me importa? Tenemos todo el tiempo del mundo y, más importante, nos tenemos el uno al otro.

Por Pioggia y Elena

lunes, marzo 19, 2007

Mae es una testaruda

Hoy fui a buscar a Mae después del trabajo, pero no estaba en casa de su tía. Me pareció extraño, pero no le di importancia. Debí estar más alerta y recordar sus intenciones de ir al Hogar de Pony.

Hoy, cuando yo ya estaba en Lakewood, llegaron a mi puerta Candy y Mae. Al parecer, estuvieron todo el día juntas, y Mae perdió el tren a Chicago. Lo más sorprendente era ver a Candy sonriente. Yo habría pensado que la visita de Mae le habría sentado mal pero al parecer todo estaba bien entre ellas. Mae me pidió que la llevara a Chicago, y de inmediato fui por el coche.

En el camino quise saber porqué se había atrevido a ir con Candy siendo que yo le había pedido que no fuera.

"William, no me regañes. Fue un día hermoso pero también muy pesado. No me fue fácil llegar hasta el Hogar de Pony, caminé gran parte del trayecto, y ahora estoy cansada... ¿Sabes? tenías razón. Candy es una persona divertidísima, no me extraña que te enamoraras de ella. Ojalá te corresponda, harían una hermosa pareja".

"¿Quieres decir que estuviste todo el día con ella y no te dijo de quién estaba enamorada?" , quise saber, incrédulo.

"Pues busqué la oportunidad de preguntarle, pero nos entretuvimos hablando de otras cosas. Por ejemplo, le dije que sigues enamorado de ella, pero que no lo demuestras por no molestarla".

"¿Por qué le dijiste eso? Mae, yo no quiero que Candy se sienta presionada."

"Eso ya lo sé, pero por no presionarla, la estás confundiendo. Por lo que puedo notar, después de confesarle tu amor a Candy te dedicaste a ignorarla por completo y a tratarla como si nada hubiera pasado, ¿no es cierto? No sé que sienta ella por ti, pero te aseguro que si no le hubiera dicho que la sigues amando estaría dudando de ti. Le dije también que hablara sinceramente contigo, y creo que lo hará. Sólo espero que no te adelantes tratando de adivinarle el pensamiento como la vez anterior."

No supe qué contestar. Es verdad que no he vuelto a hablarle de amor a Candy, pero eso es porque yo deseo que ella me quiera libremente, sin sentir que está obligada a ello. Eso no puede ser malo, ¿o sí? En cuanto a adivinarle el pensamiento a Candy, pues ya tengo bastante claro que para eso no sirvo, no necesitaba más recordatorios.

Llegamos tan tarde a Chicago que no quise volver a Lakewood y en vez de ello fui a la residencia de los Andrew. Mi tía y Archie estaban dormidos, así que no tuve que darle explicaciones a nadie.

Me costó trabajo conciliar el sueño. No sólo por estar en esa casa que me trae tan malos recuerdos, sino por todo lo dicho por Mae. ¿De verdad fue tan malo tratar de que las cosas fueran como antes? No pensé que con mi actitud Candy llegara a pensar que mi declaración de amor no fue sincera. Sin embargo, si Candy también me ama, ¿por qué me rechazó? No entiendo nada.

viernes, marzo 16, 2007

Las ideas de Mae

Hoy fue un día poco productivo. Me cuesta trabajo concentrarme sabiendo que le causé un disgusto a Candy... y que está enamorada de otro. No dijo de quién, pero está enamorada. Siento celos, pero también culpa por desear que ella fuera sólo mía. Para colmo, Cuthbert vino a visitarme otra vez preguntando por mi hermana. Volví a decirle que Candy no es mi hermana, sino mi amiga, pero no tiene caso: quiere verla de nuevo. Arguyendo que estaba ocupado lo mandé a volar y, en cuanto pude, fui a contarle a Mae todo lo ocurrido ayer. Ella dijo, muy seria, que la reacción de Candy era perfectamente normal y que se necesitaba estar ciego para no notar que James no le atraía.

"¿Cómo pudiste pensar que Candy se interesaba en él?", preguntó.

"Pues ella no suele arreglarse tanto, y me pareció mucha casualidad que lo hiciera justo este fin de semana cuando lo iba a ver a él."

"Candy ya no es una niña William, ¿es que no lo ves?", preguntó Mae, y sonriendo, añadió: "Las mujeres siempre nos ponemos guapas cuando sabemos que va a haber otras mujeres presentes".

Ese comentario no encajaba con la Candy que yo conozco (ni con la misma Mae, ahora que lo pienso) pero era cierto, Candy había empezado a arreglarse más a raíz de la llegada de Mae...

"Bien. Bien. No es James a quien ama. Pero ¿entonces a quién?"

"¿Piensa, William, ¿de quién iba a enamorarse Candy, si no de su mejor amigo?"

Por un momento no entendí que se refería a mí. No sólo me pareció inverosímil, habiendo sufrido antes el rechazo de Candy, sino que además era contradictorio que fuera Mae quien lo dijera. Ella misma me dijo en su carta que de la amistad no podía surgir el amor.

"¿Qué te hizo cambiar de idea?" , le pregunté. Como no me entendió, le recordé su carta.

Ella sonrió y dijo: "Albert, las personas no siempre decimos lo que pensamos, y no siempre pensamos lo que decimos. Cuando escribí esa carta, yo no sabía si tú tenías interés por mí todavía, y me pareció que lo más razonable era no darte el pie para ello, pues como sabes estoy comprometida. Claro que tú tenías otros intereses amorosos y yo no tenía de qué preocuparme".

Tanto torturarme, pensando que de mi amistad por Candy no podríamos pasar a nada más, y ahora resulta que Mae no lo decía en serio... Me quedé meditando en ello pero Mae interrumpió mis pensamientos.

"Claro que es posible que Candy esté enamorada de alguien más pero no se atreva a confesártelo por no herirte". Al oír esto empecé a desesperarme otra vez.

"Y qué debo hacer?", pregunté. "Evidentemente no puedo ir a interrogarla, en vista de que ayer no me quiso decir lo que le ocurre".

"Entonces, si me lo permites, iré a interrogarla yo".

Pensé que era broma, pero ella ni parpadeaba.

"Mae, no creo que sea buena idea... es que, pues creo que Candy no te aprecia mucho..." Yo no quería decirle lo que me temía: Que a Candy no le gustaba nada la compañía de Mae.

"Más bien dirás que le caigo mal. ¿Crees que no lo he notado? Si no fuera por lo mucho que me has hablado de ella, pensaría que es una chica aristocrática y presumida, y no la muchacha sencilla y divertida de quien siempre hablabas. La cuestión es si de verdad le soy antipática o simplemente siente celos de mí".

"¡Celos! ¿Cómo puede ser, Mae?"

"Recuerda lo que te dije: Puede ser que Candy esté enamorada de ti y en ese caso me mire como una posible rival. ¿O es que no le contaste sobre nuestra relación en Rhodesia? La otra opción es que esté enamorada de alguien que desconoces, pero que por algún motivo extraño le de por arreglarse cuando viene a verte y me hable a mí en monosílabos".

Las palabras de Mae me daban esperanzas, pero la idea de que fuera a hablar con Candy seguía pareciéndome muy mala y se lo dije. Ella dejó de insistir, pero la conozco y sé que es muy terca. Seguramente la siguiente vez que la vea va a tratar de convencerme otra vez.

lunes, marzo 12, 2007

Domingo en el Zoológico

Olvidé preguntarle a Candy qué deseaba hacer hoy antes de volver al hogar de Pony. Ayer, después de ir al museo, Mae me dijo que lo mejor era que hoy no nos acompañara, para que Candy y yo pudiéramos hablar. "Ademas, creo que le soy un poco antipática", dijo. Pues es verdad, que Candy no suele hablar mucho cuando estamos con Mae.

Mi tía se ofendió un poco al saber que Candy estaba en casa de los Brighten y que ni siquiera había ido a saludarla, así que temprano por la mañana pensé en ir con Candy para preguntarle si deseaba ir a verla.

Casi muero de la impresión cuando me presenté en casa de los Brighten y Candy apareció en la escalera con un vestido nuevo, mucho más hermoso que el que llevaba ayer. Llevaba el cabello suelto, luciendo su elegante cuello y un par de aretes nuevos. Es lógico que James se fije en ella. Sentía mi corazón palpitando fuerte en mi pecho y cuando por fin llegó al pie de la escalera no pude evitar el inclinarme y besar su mano, diciendo "Te ves hermosa, Princesa".

Ella retiró su mano con desdén y me dijo: "Albert, siempre estás burlándote de mí". Y la emoción en el pecho se me transformó en rabia. ¿Por qué últimamente Candy me malinterpreta? Molesto, ignoré su comentario, y le hablé de la tía Elroy, quien deseaba verla. "Está muy sola, Candy, ven a acompañarla unos momentos".

"¿Qué haremos después?" Me preguntó. "Lo que tú quieras", le dije. En ese momento apareció Annie también y le di los buenos días. Candy la miraba con ansiedad, y le pregunté si prefería quedarse con su amiga más tiempo. Dudó un instante, pero Annie se le adelantó: "Debes ser amable con la tía Elroy. Ve con Albert, y saluda a la tía de mi parte". ¿Me lo imaginé o fue una mirada de reproche la que Candy le dirigió a Annie cuando ya nos íbamos? Por cierto que llevaba un montón de paquetes, y me contó que se había ido de compras con Annie. Sospeché que la atención de Cuthbert la está volviendo un poco coqueta, idea que no me agrada, pero sentí un poco de satisfacción al saber que por lo menos ese día Cuthbert no estaría estorbándonos.

Mi tía fue amable con nosotros y felicitó a Candy por su peinado nuevo y su elegante vestido. "Me da gusto que te hayas vuelto más seria, Candy, no podías estar siempre luciendo como una chiquilla". Candy sonrió y me miró de soslayo, haciéndome un guiño que me dejó sorprendidísimo, pues momentos antes se había enojado cuando le dije que se veía hermosa. Esta vez mi tía quiso caminar un poco a la orilla de lago y nos preguntó lo que habíamos hecho el día anterior. Candy le contó de nuestra comida con Mae y James, opinando que más bien le había parecido una comida de negocios. Mi tía mostró mucho interés por Mae, pues yo no le había comentado nada sobre ella. "No estaría mal que buscaras ya alguien con quien sentar cabeza", dijo mi tía, pensativa. Hasta ahora, mi tía no me ha presionado para casarme, y me pareció de lo más inconveniente que lo hiciera frente a Candy. Cambié de tema para contarle de mi visita al museo. Al narrarle lo maravilloso que sería poder trabajar en un sitio así, ella se escandalizó, creyendo que lo decía en serio. Quizá un poco por desquitarme de su metedura de pata, insistí que sería una buena idea y que no sería difícil contratar un administrador para el resto de nuestros negocios. En fin, que mi tía se quedó muy a disgusto conmigo y con mis ideas de trabajar en el museo de historia natural.

Cuando nos fuimos le pregunté a Candy qué deseaba hacer antes de volver al Hogar de Pony. No me había dado cuenta de que ella estaba otra vez pensativa y sin hablar. Ella me pidió que la llevara al zoológico, y en el camino quiso saber si de verdad pensaba pedir trabajo en el museo. "Candy... tu sabes lo mucho que me entristecen los animales disecados."

"A mí también, creo que hice mejor en quedarme con Annie".

El zoológico estaba lleno de gente. Caminamos un poco pero noté que ella estaba nerviosa. "¿Te ocurre algo?"- pregunté. "Estas muy callada". Recordé cómo hace unos días estuvimos ahí, y que justo cuando ella iba a decirme algo Mae nos había interrumpido. "Candy, sé que hay algo que deseas decirme. Te conozco bien. Siempre hemos podido confiar el uno en el otro, ¿no? Dime, ¿qué te ocurre?"

Ella se sonrojó. ¡Se veía tan hermosa! Tomó aliento para hablar pero en vez de ello dejó escapar un suspiro. "Albert, cómo quisiera que no me conocieras tan bien..." y no dijo más. Sin saber qué decir la tomé por los hombros, pero ella mantenía la cabeza baja. "Princesa, creo que sé lo que te ocurre", dije yo. Levantó la mirada esperanzada y yo, con infinita tristeza, continué: "Estás enamorada, ¿no es cierto?" Afirmó con la cabeza, pero seguía sin decir nada. "Candy, no temas lastimarme. Ya te dije que siempre seré tu amigo, pase lo que pase... ¿es James quien te interesa?"

La reacción de Candy en ese momento me dejó totalmente confundido. Si antes había estado nerviosa y tímida, mis palabras la transformaron en una fiera. Ella se separó de mí y me dijo con furia: "Eso quisieras tú, ¿verdad? Así tu hermanita sería novia de tu socio y tú podrías sentar cabeza con Mae o con alguna amiguita del museo".

"Candy, ¿por qué te enojas conmigo?", pregunté.

"Porque dices que me conoces, pero no es verdad. No tienes ni idea de lo que siento y yo ya no tengo deseos de hablar de ello, mucho menos cuando te imaginas sólo lo que te conviene". Ella soltó el llanto y se alejó de mí. La gente nos miraba, pero no me importó y corrí tras de ella. Cuando le dí alcance la tomé fuertemente de la mano.

"Candy, tienes razón. No tengo ni idea de lo que te ocurre y sólo me imagino cosas... perdóname. Perdóname por favor. Antes te conocía pero tú y yo hemos cambiado mucho... eso no es malo, es sólo que ahora no sé que esperarme y como ves ni digo ni hago nada acertado... por favor, perdóname..."

Ella no decía nada, pero estaba llorando. ¡Llorando! ¿Cómo puedo ser yo quien la haga llorar, si yo lo único que quiero es hacerla feliz? Ella se calmó un poco, mas soltó mi mano.

"Perdóname tú Albert. No debí enojarme. Pero ya no deseo estar aquí, llévame a casa, por favor".

¡Qué largo se me hizo el camino al Hogar de Pony! Candy guardaba silencio a mi lado, de vez en cuando derramando alguna lágrima. ¿Por quien? Si no es James Cuthbert, ¿quien es el idiota que tanto la hace sufrir?

viernes, marzo 02, 2007

Sábado en Chicago

Esta mañana, temprano, fui al hogar de Pony para llevar a Candy a Chicago. Ella estaba bellísima. Bueno, siempre lo está, pero pocas veces la he visto tan guapa como iba hoy. Sentí celos de pensar que se había arreglado especialmente para James Cuthbert. Ella nunca se peinaba tan bien ni se acicalaba tanto cuando salíamos juntos. Camino a Chicago, le pregunté sobre James.

- Candy, espero que James no te haya importunado.
- Un poco, sí. No me lo esperaba. Menos mal que enviaste un mensaje para ponerme sobre aviso.
- ¿Le dijiste que éramos hermanos adoptivos?
- ¡No! Le dije que aunque los Andrew me hayan adoptado, lo que me une ustedes es amistad... Albert, ¿te parece que hice mal en decirle esto?

Mi corazón brincaba de gozo al escuchar sus palabras.

- ¡Claro que no! Puedes decir lo que te parezca más cómodo. Si lo prefieres, en adelante te presentaré como Candice White: una amiga de la familia. ¿Te gustaría así?
- Creo que sí.... Pero legalmente sigo llevando tu nombre.
- ¿Te molesta? Si tú lo deseas, podríamos anular tu adopción, y entonces volverías a ser simplemente Candice White.

Al decir esto, Candy dió un respingo.

- Albert, ¿es que ya no deseas que sea parte de tu familia?
- Candy, no te enojes... Yo sólo quiero lo que tú quieras. Mae sugirió que tal vez prefirieras no usar el apellido Andrew...

Ella me interrumpió a media frase, levantando la voz:

- ¿Y qué le importa a Mae el nombre que yo use?

Candy estaba muy enojada, lo cual es poco común en ella. Pareció darse cuenta de que estaba hablando demasiado fuerte y bajó el tono de voz.

- Perdona Albert, pero Mae no puede saber cómo me siento. Mucho antes de saber quién era el tío William, yo estaba muy agradecida y soñaba con demostrarle que podía convertirme en un verdadero miembro de la familia... Ya sé que es contradictorio, pues acabo de decir que quiero que me presentes como una amiga... pero no quiero dejar de ser una Andrew.

Yo no supe qué decir, salvo repetirle que podía llamarse como ella quisiera. Pero Candy guardó silencio a partir de ese momento.

Llegamos a Chicago sin hablar más. Mae nos esperaba a la puerta de su casa, y de ahí fuimos al restaurante en el que quedé de vernos con James Cuthbert. Él sólo tenía ojos para Candy, aunque hice lo posible por desviar su atención hacia Mae. Le hablé de la labor de Mae en África y su amor por la enfermería. James hizo algún comentario sobre el trabajo de Candy, pero Mae hizo a su vez lo posible por distraerlo, haciéndole preguntas sobre nuestros negocios. James trató en un par de ocasiones de hablar más sobre Candy, mas luego se interesó mucho por el negocio de las minas de diamantes que le narraba Mae.

Por la tarde fuimos al museo de historia natural, pero Candy no nos quiso acompañar. Al preguntarme James por qué Candy no se hospedaba con los Andrew le dije que Candy era más bien una amiga para los Andrew. No sé si me expliqué bien, pero creo que dejé a James bastante confundido. Debí dejar que Candy le respondiera, pero ya es muy tarde. Cuando la dejé en casa de Annie estaba muy pensativa. ¿Qué le pasará?

Disfruté mucho mi visita al museo, aunque me dan un poco de lástima los animales disecados. La colección está muy completa pero muy desordenada, no está agrupada ni por tipo de animales ni por zona geográfica. Un desastre. Yo lo podría haber hecho mucho mejor. Mae comentó que tal vez debería pedirles trabajo. ¡Como si tuviera yo tiempo para ello! Aunque la verdad es que me encantaría.