lunes, abril 09, 2007

Pensando en Candy

Hoy me levanté sintiendo que me quité un gran peso de encima, que hasta hoy no hubiera notado que llevara a cuestas. Estoy en deuda con Mae. Si ella no hubiese insistido en visitar a Candy, no habríamos podido resolver nuestros malentendidos.

Nuestro encuentro de ayer parece un sueño. ¿De verdad Candy me quiere como yo a ella? Quisiera estar con ella ahora, abrazarla y besarla como ayer. También tengo mil ideas rondándome en la cabeza. La primera, por supuesto, es qué hacer respecto a su adopción. Ella desea seguir siendo una Andrew, y tiene todo el derecho a ello. Pero si se casara conmigo, tomaría mi apellido de nuevo aunque hubiésemos anulado su adopción. Claro que es muy pronto para pensar en casarnos, siendo que apenas comienza nuestra relación. Y sin embargo, yo sigo tan enamorado de ella como cuando era mi enfermera. Nos conocemos como pocas parejas se conocen, nuestros defectos y manías, y nuestra historia entera. No obstante, no me atrevo a proponerle matrimonio, no todavía.

La idea comoquiera me divierte: ¿A quién le solicitaría yo su mano? Siendo yo su tutor, supongo que a mí mismo. Sonriendo, reconozco que en realidad debería hablar con sus dos madres en el Hogar de Pony.

Si antes la angustia por Candy no me dejaba trabajar, ahora me distraigo aún más pensando en ella. Llegué tarde a Chicago, donde Archie me esperaba con la intención de aprender de mí y participar más en nuestros negocios, como sugirió mi tía. Estaba de mal humor, pero poco me importó. Yo no quedé de acuerdo con él en ninguna hora. Archie tiene facilidad para los números, cosa que no había notado antes. Aunque pensándolo bien, no me sorprende tanto, dado que Stear, su hermano mayor, tenía tanto talento para la ingeniería. Los negocios parecen no interesarle demasiado, pero por lo menos hace un esfuerzo por aprender y ayudar en lo que pueda.

Él tenía planes para comer con Annie a mediodía, y me invitó a acompañarlos. Annie estaba contenta de verme y me preguntó por Candy, cosa extraña pues se vieron este fin de semana... Incluso Candy pasó la noche del Sábado en su casa, ¿no? Le hice ese comentario y ella preguntó si la había visto de nuevo durante la semana, a lo que tuve que responder con la verdad y le dije que nos habíamos visto ayer.

"¿Y bien....?" preguntó Annie, como pidiendo detalles. Pero la ignoré y dije que Candy estaba muy bien, como siempre.

¿Será que Annie sospecha algo? O tal vez lo sepa ya, siendo la mejor amiga de Candy. Pero no puede ser, de ayer a hoy Candy no puede haber tenido ninguna oportunidad de hablar con ella. Es increíble que haya pasado todo ese tiempo con Candy y no hayamos hablado sobre qué decir a los demás... ¿Querrá Candy que sus amigos sepan sobre nuestra relación? Debí preguntarle. En eso se me ocurrió que la primera en saberlo debía ser Mae.

Durante la comida hablamos de la inminente venida de los padres de Archie. Ambos están muy nerviosos y no puedo tranquilizarlos, pues la verdad es que yo tampoco conozco bien a mi hermana. En cuanto a mi cuñado, mi contacto con él siempre ha sido sobre asuntos de negocios.

Pasé la tarde con Archie, mostrándole todo lo que hacían sus padres en Arabia y que ahora tendrán que hacer desde acá. Perdimos tanto tiempo que se nos hizo tardísimo. Apenas alcanzamos a cenar algo en compañía de mi tía y opté por pasar la noche en Chicago. Me pone triste estar tan lejos de Candy y no poder verla hoy, pero quizá mañana pueda ir a visitarla.

miércoles, marzo 21, 2007

Magia en la cocina

Desayuné con Archie y con mi tía. Estaban sorprendidos de que hubiera pasado ahí la noche y les mentí, diciendo que tuve que trabajar hasta tarde. Mi tía sugirió que involucrara más a Archie en los asuntos de la familia, lo cual no me parece mala idea. Después de todo, una tercera parte de los bienes que administro pertenecen a su madre, quien por cierto está por llegar.

Durante el día estuve pensando si ir o no al Hogar de Pony a visitar a Candy. Pensaba que ella era quien debería ir a verme, pero no tiene los medios para ello... aunque siempre se las ingenia para ir y venir, como demostró ayer llevando a Mae hasta mi casa. Por otro lado, si la iba a ver inmediatamente despues de la visita de Mae pensaría que quiero una respuesta cuanto antes...

Al final me decidí por salir temprano del trabajo e ir a visitarla después de cenar. Pero cuando llegué a Lakewood, Candy me estaba esperando al lado del cancel de las rosas.

" Candy!" -la llamé y corrí hacia ella- "¡que bueno que hayas venido a verme!"

Ella estaba sonrojada, pero sonriente. "Tenía que venir, no deseaba que pensaras que sigo enojada contigo". ¡Qué palabras más lindas!

"Candy, espero que la visita de Mae el dia de ayer no te haya importunado".

" En absoluto! " dijo con una sonrisa. "Por fin pude conversar a gusto con ella y descubrir que efectivamente es una persona muy agradable. Además, me dijo cosas que me hicieron pensar mucho..."

Sentí enrojecer, pues recordé que Mae le dijo que yo seguía enamorado de ella. Quise cambiar de tema:

"Vamos adentro, Candy. ¿Quieres quedarte a cenar? Podríamos preparar algo juntos... "

"¡Albert!"- me interrumpió. "¿De verdad esperas que yo te ayude a cocinar?"

"Perdona, Candy, no se si recuerdes que no tengo cocinera, tan solo una mucama". Pero ella reía a pirena suelta.

"Lo sé muy bien, Albert, eres tú quien ya olvidó lo mal que cocino", dijo riendo.

"No lo olvido Candy, pero tampoco olvido lo lindo que era compartir todo contigo". Ella sonrió y dijo que me ayudaría en lo que pudiera. Al final acordamos que ella solo prepararía una ensalada y yo cocinaría lo demás.

Fue una cena tan agradable... Hacía mucho tiempo que no cenábamos juntos, desde que ella regresó al hogar de Pony. Durante la cena, hablamos de aquella vez que fui a la colina de Pony con mi traje escocés, cuando ella era niña. Parece increíble que no hayamos hablado de ello antes. Aunque es lógico, si consideramos los enormes malentendidos que surgieron entre nosotros cuando ella por fin supo la verdad.

"Recuerdo algunas cosas de ese día. La tía Elroy habia organizado algún evento en Lakewood y me obligó a vestir el tartán de la familia. Yo tenía diecisiete años y muy pocas ganas de andar por ahí vestido de escocés. Salimos a montar con algunos de los invitados pero yo me alejé del grupo. Cuando por fin los perdí a todos de vista, até mi caballo para que descansara y subí a la colina, sin saber que ahí encontraría a una niña llorando... "

"Lo recuerdo bien. Yo lloraba porque Annie ya no quería ser mi amiga. ¿Porqué te fuiste tan rápido? Ni siquiera pude preguntarte tu nombre".

"Bueno, como recordarás, toqué la gaita para ti, pero inmediatamente me arrepentí, pues con ello acababa de delatar mi posición al resto del grupo, ¡y yo no quería que me encontraran! Quise despedirme cuanto antes, pero tú te habías echado a correr... ¿lo recuerdas?"

"Fue por el viento, que se llevó la carta de Annie... cuando la recuperé ya te habías ido y no habías dejado más que tu medallón". Y al decirlo, mostró el medallón que aún llevaba al cuello.

"Mi tía se molestó mucho cuando le dije que lo había perdido. Pero en realidad lo dejé para ti. No pensé que lo fueras a conservar tanto tiempo".

Candy, pensativa, prosiguió preguntando: "Y en aquella ocasión, años más tarde, en que me sacaste del río, ¿me reconociste?"

"No de inmediato. Pero durante esos dias que te quedaste a vivir conmigo en la casa del bosque me preguntaba por qué tu rostro me parecia familiar... Aún asi no até los cabos hasta que tuve que firmar tus documentos de adopción. Al saber la ubicación del hogar de Pony no me cupo la menor duda. Pensaba contártelo algun dia, pero me daba vergüenza".

Sorprendida, Candy preguntó: "¿Por qué, Albert? Sabes que yo tenía muchas ganas de saber quién era ese chico."

Suspiré, sintiéndome un poco incómodo, y continué: "Porque lo habias idealizado, hablabas de él como un príncipe de un cuento... contarte la verdad era como romper el encanto".

Ella me miró tiernamente y dijo, muy bajito: "Todo lo contrario Albert, siempre me fuiste para mí el caballero mas noble, dulce y protector del mundo, como te imaginé de niña. Si hay alguien que me haya tratado siempre como una princesa, ése eres tú... Me has acompañado cada vez que he estado en apuros o pasando por un mal momento. Siempre te preocupaste por mi bienestar, cuidándome de lejos, aún cuando yo no tenía ni idea de tu identidad. Ese día que tocaste la gaita para mí, yo estaba triste, pero me hiciste sonreir... y así ha sido siempre. Aún me haces sonreír, Albert, el encanto no se ha roto..."

Sus ojos brillaban al hablar y yo estaba enternecido, deseoso de que continuara. Pero entonces ella se sonrojó y no dijo más. ¿Esperaba que yo dijera algo? Pasaron unos segundos de incómodo silencio sin que yo supiera qué decir, cuando de pronto Candy se puso de pie y empezó a recoger la mesa. En silencio, la imité. Candy automáticamente empezó a lavar los platos y yo a secarlos... sin necesidad de decir nada, como cuando vivíamos juntos.

Las dulces palabras de Candy seguían resonando en mi cabeza. ¿Eran una confesión de amor? No exactamente, aunque yo en ese momento deseaba apretarla muy fuerte entre mis brazos, llenarla de besos y decirle tantas cosas lindas al oído. Pero no quería correr el riesgo de asustarla. Decidí reanudar la conversación, pero por terrenos más tranquilos.

"Cuéntame, Candy, de qué que estuvieron hablando ayer tú y Mae?", pregunté.

"De muchas cosas. Hablamos del Hospital Santa Juana y el Dr. Leonard, tambien hablamos de la clínica en Rhodesia donde ella estuvo trabajando... ¿Sabes que tiene un novio en Sudáfrica?"

"Sí, me lo había dicho. Pronto vendrá a América y se van a casar."

"Albert, debiste decírmelo. Me habrías evitado los celos..." Y al finalizar la frasé su rostro enrojeció.

Casi se me cae el plato que estaba secando cuando la oí decir eso. Que estúpido. Jamas se me pasó por la
cabeza que Candy pudiera sentir celos por mí. Pero de pronto podía entender su inicial fastidio con Mae. Concentrado en mis propias inseguridades, no supe adivinar las inseguridades y suposiciones de ella.

"¿Celos? ¿Estabas celosa de Mae?", dije incrédulo mientras pensaba en todo lo que eso implicaba.

Candy se giró hacia mí, tímidamente, y fijó en mí sus hermosos ojos verdes.

"Sí, pero ya no lo estoy Albert, pues sé que mis celos no tenían fundamento".

"Candy.... no pensé.... no pensé ...." Iba a decir "no pense que me amaras", pero las palabras no salían de mi garganta.

Se me acercó, muy despacito, y retiró de mis manos el plato que estaba secando mientras me decía: "No pensaste que te amara, verdad?"

Yo, temblando, solo negué con la cabeza. Ella me abrazó y apoyó su cabeza en mi hombro.

" Yo tampoco lo pensaba, pero ahora sé que te amo".

Es imposible describir la dicha y la emoción de ese momento: sentir a Candy entre mis brazos, mis manos en su cintura, la cercanía de su rostro... y sobretodo, sentir su cariño por mí. Me costó mucho controlar mis deseos de demostrarle a su vez la fuerza de mis sentimientos y abrazarla con toda el alma. Pero despacio, y con mucho cuidado, besé su frente. Al alzar ella su rostro, besé también sus labios, como aquella vez en la colina, pero sin prisa, ni miedo, ni vergüenzas. Y al separarnos, ella sonrió, y volvió a abrazarme muy fuerte.

¿Cuántas veces he tenido a Candy entre mis brazos? Me vino de golpe el recuerdo de la frustración que sentía cada vez que ella venía a mí buscando un abrazo de amigo o hermano. Pero aquí estábamos, tras una confesión de amor y un largo beso, tan cerca uno del otro que sentía el corazón de Candy latiendo al ritmo del mío. Se me hizo un nudo en la garganta y apenas podía contener mis lágrimas. Ella debió darse cuenta, porque con un hilo de voz comenzó a bromear:

"La cocina es menos romántica que la colina de Pony, ¿no te parece?", dijo Candy.

"No, Candy. No niego que fue hermoso besarte en la colina, bajo el padre árbol.... pero me dejaste tan confundido que prefiero mil veces besarte en la cocina, sabiendo que me amas", le respondí.

Ella rió, con esa risa hermosa que siempre me pone de buen humor. Yo deseaba besarla de nuevo, pero ella continuó diciendo: "Fui una tonta, Albert, perdóname. Mis sentimientos por ti habían cambiado mucho antes, pero no me atrevía a reconocerlo..."

"Fui yo quien escogió un mal momento, Candy" - la interrumpí. "No debí besarte sin estar seguro de lo que tú sentías por mí, y menos ese día que por fin volvías a casa con tus queridas maestras, y que tenías otras cosas en mente".

"Albert, ese beso fue lo más hermoso de ese día. Eso y la emoción de descubrir que eras ese muchacho cuya identidad tanto me intrigaba... Fue tu carta, en la que deseabas ser sólo mi amigo, la que lo echó todo a perder..."

"Uf, ¡pues la tuya ni te cuento!", le dije yo riendo.

"Ya no recuerdo lo que te escribí... sólo recuerdo que estaba muy frustrada porque, después de besarme, no te interesaba más que mi amistad". Vi un poco de tristeza en sus ojos, y la abracé más fuerte.

"Princesa, no hablemos más de cartas, ni de malentendidos. Yo no quería presionarte, y solo logré hacerte enojar. Pero te amo, ¿lo sabes?"

Ella se paró de puntas y me besó en la mejilla. "Yo también te amo, y prometo no volver a escribirte notas cuando esté enojada".

Nos abrazamos y nos besamos de nuevo. ¿Cuánto tiempo habremos estado ahí, sin movernos del lavadero? Teníamos toda una mansión llena de lujos y jardines bellos donde declararnos nuestro amor, pero seguimos ahí, en la cocina, hasta que caí en cuenta de que era tarde y que Candy tendría que volver al hogar de Pony. Sus madres podrían hacernos muchas preguntas si nos demorábamos mucho más... y yo no podría ocultar mi turbación, mis sentimientos, emociones y sensaciones que estaban demasiado a flor de piel.

"Más vale que te lleve a casa, ¿no te parece?" En verdad era tarde, pero Candy parecía no tener prisa por volver.

Había miles de estrellas, la noche era cálida y yo estaba feliz de saber que por fin todo estaba bien entre nosotros. Cuando llegamos salió la Señorita Pony a la puerta. No pude despedirme de Candy con un beso pero ¿qué me importa? Tenemos todo el tiempo del mundo y, más importante, nos tenemos el uno al otro.

Por Pioggia y Elena

lunes, marzo 19, 2007

Mae es una testaruda

Hoy fui a buscar a Mae después del trabajo, pero no estaba en casa de su tía. Me pareció extraño, pero no le di importancia. Debí estar más alerta y recordar sus intenciones de ir al Hogar de Pony.

Hoy, cuando yo ya estaba en Lakewood, llegaron a mi puerta Candy y Mae. Al parecer, estuvieron todo el día juntas, y Mae perdió el tren a Chicago. Lo más sorprendente era ver a Candy sonriente. Yo habría pensado que la visita de Mae le habría sentado mal pero al parecer todo estaba bien entre ellas. Mae me pidió que la llevara a Chicago, y de inmediato fui por el coche.

En el camino quise saber porqué se había atrevido a ir con Candy siendo que yo le había pedido que no fuera.

"William, no me regañes. Fue un día hermoso pero también muy pesado. No me fue fácil llegar hasta el Hogar de Pony, caminé gran parte del trayecto, y ahora estoy cansada... ¿Sabes? tenías razón. Candy es una persona divertidísima, no me extraña que te enamoraras de ella. Ojalá te corresponda, harían una hermosa pareja".

"¿Quieres decir que estuviste todo el día con ella y no te dijo de quién estaba enamorada?" , quise saber, incrédulo.

"Pues busqué la oportunidad de preguntarle, pero nos entretuvimos hablando de otras cosas. Por ejemplo, le dije que sigues enamorado de ella, pero que no lo demuestras por no molestarla".

"¿Por qué le dijiste eso? Mae, yo no quiero que Candy se sienta presionada."

"Eso ya lo sé, pero por no presionarla, la estás confundiendo. Por lo que puedo notar, después de confesarle tu amor a Candy te dedicaste a ignorarla por completo y a tratarla como si nada hubiera pasado, ¿no es cierto? No sé que sienta ella por ti, pero te aseguro que si no le hubiera dicho que la sigues amando estaría dudando de ti. Le dije también que hablara sinceramente contigo, y creo que lo hará. Sólo espero que no te adelantes tratando de adivinarle el pensamiento como la vez anterior."

No supe qué contestar. Es verdad que no he vuelto a hablarle de amor a Candy, pero eso es porque yo deseo que ella me quiera libremente, sin sentir que está obligada a ello. Eso no puede ser malo, ¿o sí? En cuanto a adivinarle el pensamiento a Candy, pues ya tengo bastante claro que para eso no sirvo, no necesitaba más recordatorios.

Llegamos tan tarde a Chicago que no quise volver a Lakewood y en vez de ello fui a la residencia de los Andrew. Mi tía y Archie estaban dormidos, así que no tuve que darle explicaciones a nadie.

Me costó trabajo conciliar el sueño. No sólo por estar en esa casa que me trae tan malos recuerdos, sino por todo lo dicho por Mae. ¿De verdad fue tan malo tratar de que las cosas fueran como antes? No pensé que con mi actitud Candy llegara a pensar que mi declaración de amor no fue sincera. Sin embargo, si Candy también me ama, ¿por qué me rechazó? No entiendo nada.

viernes, marzo 16, 2007

Las ideas de Mae

Hoy fue un día poco productivo. Me cuesta trabajo concentrarme sabiendo que le causé un disgusto a Candy... y que está enamorada de otro. No dijo de quién, pero está enamorada. Siento celos, pero también culpa por desear que ella fuera sólo mía. Para colmo, Cuthbert vino a visitarme otra vez preguntando por mi hermana. Volví a decirle que Candy no es mi hermana, sino mi amiga, pero no tiene caso: quiere verla de nuevo. Arguyendo que estaba ocupado lo mandé a volar y, en cuanto pude, fui a contarle a Mae todo lo ocurrido ayer. Ella dijo, muy seria, que la reacción de Candy era perfectamente normal y que se necesitaba estar ciego para no notar que James no le atraía.

"¿Cómo pudiste pensar que Candy se interesaba en él?", preguntó.

"Pues ella no suele arreglarse tanto, y me pareció mucha casualidad que lo hiciera justo este fin de semana cuando lo iba a ver a él."

"Candy ya no es una niña William, ¿es que no lo ves?", preguntó Mae, y sonriendo, añadió: "Las mujeres siempre nos ponemos guapas cuando sabemos que va a haber otras mujeres presentes".

Ese comentario no encajaba con la Candy que yo conozco (ni con la misma Mae, ahora que lo pienso) pero era cierto, Candy había empezado a arreglarse más a raíz de la llegada de Mae...

"Bien. Bien. No es James a quien ama. Pero ¿entonces a quién?"

"¿Piensa, William, ¿de quién iba a enamorarse Candy, si no de su mejor amigo?"

Por un momento no entendí que se refería a mí. No sólo me pareció inverosímil, habiendo sufrido antes el rechazo de Candy, sino que además era contradictorio que fuera Mae quien lo dijera. Ella misma me dijo en su carta que de la amistad no podía surgir el amor.

"¿Qué te hizo cambiar de idea?" , le pregunté. Como no me entendió, le recordé su carta.

Ella sonrió y dijo: "Albert, las personas no siempre decimos lo que pensamos, y no siempre pensamos lo que decimos. Cuando escribí esa carta, yo no sabía si tú tenías interés por mí todavía, y me pareció que lo más razonable era no darte el pie para ello, pues como sabes estoy comprometida. Claro que tú tenías otros intereses amorosos y yo no tenía de qué preocuparme".

Tanto torturarme, pensando que de mi amistad por Candy no podríamos pasar a nada más, y ahora resulta que Mae no lo decía en serio... Me quedé meditando en ello pero Mae interrumpió mis pensamientos.

"Claro que es posible que Candy esté enamorada de alguien más pero no se atreva a confesártelo por no herirte". Al oír esto empecé a desesperarme otra vez.

"Y qué debo hacer?", pregunté. "Evidentemente no puedo ir a interrogarla, en vista de que ayer no me quiso decir lo que le ocurre".

"Entonces, si me lo permites, iré a interrogarla yo".

Pensé que era broma, pero ella ni parpadeaba.

"Mae, no creo que sea buena idea... es que, pues creo que Candy no te aprecia mucho..." Yo no quería decirle lo que me temía: Que a Candy no le gustaba nada la compañía de Mae.

"Más bien dirás que le caigo mal. ¿Crees que no lo he notado? Si no fuera por lo mucho que me has hablado de ella, pensaría que es una chica aristocrática y presumida, y no la muchacha sencilla y divertida de quien siempre hablabas. La cuestión es si de verdad le soy antipática o simplemente siente celos de mí".

"¡Celos! ¿Cómo puede ser, Mae?"

"Recuerda lo que te dije: Puede ser que Candy esté enamorada de ti y en ese caso me mire como una posible rival. ¿O es que no le contaste sobre nuestra relación en Rhodesia? La otra opción es que esté enamorada de alguien que desconoces, pero que por algún motivo extraño le de por arreglarse cuando viene a verte y me hable a mí en monosílabos".

Las palabras de Mae me daban esperanzas, pero la idea de que fuera a hablar con Candy seguía pareciéndome muy mala y se lo dije. Ella dejó de insistir, pero la conozco y sé que es muy terca. Seguramente la siguiente vez que la vea va a tratar de convencerme otra vez.

lunes, marzo 12, 2007

Domingo en el Zoológico

Olvidé preguntarle a Candy qué deseaba hacer hoy antes de volver al hogar de Pony. Ayer, después de ir al museo, Mae me dijo que lo mejor era que hoy no nos acompañara, para que Candy y yo pudiéramos hablar. "Ademas, creo que le soy un poco antipática", dijo. Pues es verdad, que Candy no suele hablar mucho cuando estamos con Mae.

Mi tía se ofendió un poco al saber que Candy estaba en casa de los Brighten y que ni siquiera había ido a saludarla, así que temprano por la mañana pensé en ir con Candy para preguntarle si deseaba ir a verla.

Casi muero de la impresión cuando me presenté en casa de los Brighten y Candy apareció en la escalera con un vestido nuevo, mucho más hermoso que el que llevaba ayer. Llevaba el cabello suelto, luciendo su elegante cuello y un par de aretes nuevos. Es lógico que James se fije en ella. Sentía mi corazón palpitando fuerte en mi pecho y cuando por fin llegó al pie de la escalera no pude evitar el inclinarme y besar su mano, diciendo "Te ves hermosa, Princesa".

Ella retiró su mano con desdén y me dijo: "Albert, siempre estás burlándote de mí". Y la emoción en el pecho se me transformó en rabia. ¿Por qué últimamente Candy me malinterpreta? Molesto, ignoré su comentario, y le hablé de la tía Elroy, quien deseaba verla. "Está muy sola, Candy, ven a acompañarla unos momentos".

"¿Qué haremos después?" Me preguntó. "Lo que tú quieras", le dije. En ese momento apareció Annie también y le di los buenos días. Candy la miraba con ansiedad, y le pregunté si prefería quedarse con su amiga más tiempo. Dudó un instante, pero Annie se le adelantó: "Debes ser amable con la tía Elroy. Ve con Albert, y saluda a la tía de mi parte". ¿Me lo imaginé o fue una mirada de reproche la que Candy le dirigió a Annie cuando ya nos íbamos? Por cierto que llevaba un montón de paquetes, y me contó que se había ido de compras con Annie. Sospeché que la atención de Cuthbert la está volviendo un poco coqueta, idea que no me agrada, pero sentí un poco de satisfacción al saber que por lo menos ese día Cuthbert no estaría estorbándonos.

Mi tía fue amable con nosotros y felicitó a Candy por su peinado nuevo y su elegante vestido. "Me da gusto que te hayas vuelto más seria, Candy, no podías estar siempre luciendo como una chiquilla". Candy sonrió y me miró de soslayo, haciéndome un guiño que me dejó sorprendidísimo, pues momentos antes se había enojado cuando le dije que se veía hermosa. Esta vez mi tía quiso caminar un poco a la orilla de lago y nos preguntó lo que habíamos hecho el día anterior. Candy le contó de nuestra comida con Mae y James, opinando que más bien le había parecido una comida de negocios. Mi tía mostró mucho interés por Mae, pues yo no le había comentado nada sobre ella. "No estaría mal que buscaras ya alguien con quien sentar cabeza", dijo mi tía, pensativa. Hasta ahora, mi tía no me ha presionado para casarme, y me pareció de lo más inconveniente que lo hiciera frente a Candy. Cambié de tema para contarle de mi visita al museo. Al narrarle lo maravilloso que sería poder trabajar en un sitio así, ella se escandalizó, creyendo que lo decía en serio. Quizá un poco por desquitarme de su metedura de pata, insistí que sería una buena idea y que no sería difícil contratar un administrador para el resto de nuestros negocios. En fin, que mi tía se quedó muy a disgusto conmigo y con mis ideas de trabajar en el museo de historia natural.

Cuando nos fuimos le pregunté a Candy qué deseaba hacer antes de volver al Hogar de Pony. No me había dado cuenta de que ella estaba otra vez pensativa y sin hablar. Ella me pidió que la llevara al zoológico, y en el camino quiso saber si de verdad pensaba pedir trabajo en el museo. "Candy... tu sabes lo mucho que me entristecen los animales disecados."

"A mí también, creo que hice mejor en quedarme con Annie".

El zoológico estaba lleno de gente. Caminamos un poco pero noté que ella estaba nerviosa. "¿Te ocurre algo?"- pregunté. "Estas muy callada". Recordé cómo hace unos días estuvimos ahí, y que justo cuando ella iba a decirme algo Mae nos había interrumpido. "Candy, sé que hay algo que deseas decirme. Te conozco bien. Siempre hemos podido confiar el uno en el otro, ¿no? Dime, ¿qué te ocurre?"

Ella se sonrojó. ¡Se veía tan hermosa! Tomó aliento para hablar pero en vez de ello dejó escapar un suspiro. "Albert, cómo quisiera que no me conocieras tan bien..." y no dijo más. Sin saber qué decir la tomé por los hombros, pero ella mantenía la cabeza baja. "Princesa, creo que sé lo que te ocurre", dije yo. Levantó la mirada esperanzada y yo, con infinita tristeza, continué: "Estás enamorada, ¿no es cierto?" Afirmó con la cabeza, pero seguía sin decir nada. "Candy, no temas lastimarme. Ya te dije que siempre seré tu amigo, pase lo que pase... ¿es James quien te interesa?"

La reacción de Candy en ese momento me dejó totalmente confundido. Si antes había estado nerviosa y tímida, mis palabras la transformaron en una fiera. Ella se separó de mí y me dijo con furia: "Eso quisieras tú, ¿verdad? Así tu hermanita sería novia de tu socio y tú podrías sentar cabeza con Mae o con alguna amiguita del museo".

"Candy, ¿por qué te enojas conmigo?", pregunté.

"Porque dices que me conoces, pero no es verdad. No tienes ni idea de lo que siento y yo ya no tengo deseos de hablar de ello, mucho menos cuando te imaginas sólo lo que te conviene". Ella soltó el llanto y se alejó de mí. La gente nos miraba, pero no me importó y corrí tras de ella. Cuando le dí alcance la tomé fuertemente de la mano.

"Candy, tienes razón. No tengo ni idea de lo que te ocurre y sólo me imagino cosas... perdóname. Perdóname por favor. Antes te conocía pero tú y yo hemos cambiado mucho... eso no es malo, es sólo que ahora no sé que esperarme y como ves ni digo ni hago nada acertado... por favor, perdóname..."

Ella no decía nada, pero estaba llorando. ¡Llorando! ¿Cómo puedo ser yo quien la haga llorar, si yo lo único que quiero es hacerla feliz? Ella se calmó un poco, mas soltó mi mano.

"Perdóname tú Albert. No debí enojarme. Pero ya no deseo estar aquí, llévame a casa, por favor".

¡Qué largo se me hizo el camino al Hogar de Pony! Candy guardaba silencio a mi lado, de vez en cuando derramando alguna lágrima. ¿Por quien? Si no es James Cuthbert, ¿quien es el idiota que tanto la hace sufrir?

viernes, marzo 02, 2007

Sábado en Chicago

Esta mañana, temprano, fui al hogar de Pony para llevar a Candy a Chicago. Ella estaba bellísima. Bueno, siempre lo está, pero pocas veces la he visto tan guapa como iba hoy. Sentí celos de pensar que se había arreglado especialmente para James Cuthbert. Ella nunca se peinaba tan bien ni se acicalaba tanto cuando salíamos juntos. Camino a Chicago, le pregunté sobre James.

- Candy, espero que James no te haya importunado.
- Un poco, sí. No me lo esperaba. Menos mal que enviaste un mensaje para ponerme sobre aviso.
- ¿Le dijiste que éramos hermanos adoptivos?
- ¡No! Le dije que aunque los Andrew me hayan adoptado, lo que me une ustedes es amistad... Albert, ¿te parece que hice mal en decirle esto?

Mi corazón brincaba de gozo al escuchar sus palabras.

- ¡Claro que no! Puedes decir lo que te parezca más cómodo. Si lo prefieres, en adelante te presentaré como Candice White: una amiga de la familia. ¿Te gustaría así?
- Creo que sí.... Pero legalmente sigo llevando tu nombre.
- ¿Te molesta? Si tú lo deseas, podríamos anular tu adopción, y entonces volverías a ser simplemente Candice White.

Al decir esto, Candy dió un respingo.

- Albert, ¿es que ya no deseas que sea parte de tu familia?
- Candy, no te enojes... Yo sólo quiero lo que tú quieras. Mae sugirió que tal vez prefirieras no usar el apellido Andrew...

Ella me interrumpió a media frase, levantando la voz:

- ¿Y qué le importa a Mae el nombre que yo use?

Candy estaba muy enojada, lo cual es poco común en ella. Pareció darse cuenta de que estaba hablando demasiado fuerte y bajó el tono de voz.

- Perdona Albert, pero Mae no puede saber cómo me siento. Mucho antes de saber quién era el tío William, yo estaba muy agradecida y soñaba con demostrarle que podía convertirme en un verdadero miembro de la familia... Ya sé que es contradictorio, pues acabo de decir que quiero que me presentes como una amiga... pero no quiero dejar de ser una Andrew.

Yo no supe qué decir, salvo repetirle que podía llamarse como ella quisiera. Pero Candy guardó silencio a partir de ese momento.

Llegamos a Chicago sin hablar más. Mae nos esperaba a la puerta de su casa, y de ahí fuimos al restaurante en el que quedé de vernos con James Cuthbert. Él sólo tenía ojos para Candy, aunque hice lo posible por desviar su atención hacia Mae. Le hablé de la labor de Mae en África y su amor por la enfermería. James hizo algún comentario sobre el trabajo de Candy, pero Mae hizo a su vez lo posible por distraerlo, haciéndole preguntas sobre nuestros negocios. James trató en un par de ocasiones de hablar más sobre Candy, mas luego se interesó mucho por el negocio de las minas de diamantes que le narraba Mae.

Por la tarde fuimos al museo de historia natural, pero Candy no nos quiso acompañar. Al preguntarme James por qué Candy no se hospedaba con los Andrew le dije que Candy era más bien una amiga para los Andrew. No sé si me expliqué bien, pero creo que dejé a James bastante confundido. Debí dejar que Candy le respondiera, pero ya es muy tarde. Cuando la dejé en casa de Annie estaba muy pensativa. ¿Qué le pasará?

Disfruté mucho mi visita al museo, aunque me dan un poco de lástima los animales disecados. La colección está muy completa pero muy desordenada, no está agrupada ni por tipo de animales ni por zona geográfica. Un desastre. Yo lo podría haber hecho mucho mejor. Mae comentó que tal vez debería pedirles trabajo. ¡Como si tuviera yo tiempo para ello! Aunque la verdad es que me encantaría.

martes, febrero 27, 2007

Los Consejos de Mae

Hoy vino James Cuthbert a verme muy contento después de charlar con mi "hermana adoptiva". Diantres, ¿Será que Candy le dijo a James que somos hermanos por adopción? Podía haber dicho que soy su tutor... pero no debo quejarme, fui yo el que ocasionó este aprieto. Ahora no deja de hablar de ella, quiere verla este fin de semana y yo estoy que me lleva el tren.

Sea como sea, se apuntó para comer con nosotros este Sábado. Él mismo quiere ir a buscar a Candy, pero me opuse, argumentando que yo vivo más cerca de ella. James ni siquiera sabía que vivo en Lakewood. Pensará que nuestra familia no está nada unida.

Desesperado, fui a buscar a Mae para pedirle consejo y de paso para hacerle saber nuestros planes. Ella me invitó a tomar el té en casa de su tía. ¡Cómo me hacía falta un oído amigo! Antes tenía a Candy, pero a raíz de mi idiotez ya no tengo su confianza. Fue hermoso poder contarle a Mae todo lo que me ocurría y saber que ella no me juzga, como harían otros menos comprensivos que ella.

- Déjame ver si te entiendo. ¿Dices que terminaste por enamorarte de tu pupila?
- Sí, no te burles.
- William, no me burlo. Yo me daba cuenta de que le tenías un cariño muy especial, un cariño con el que yo no era capaz de competir.
- ¿Me vas a reclamar ahora el que hayamos terminado?
- ¡Por supuesto que no! No te lo había dicho, pero me hiciste un favor. Después de tu partida conocí a un médico sudafricano con el que estoy comprometida. Si regresé a América es porque la situación en África es bastante inestable. Ya vendrá él a alcanzarme más tarde.

Yo estaba anonadado al oír todo esto.

- Mae, admito que me sorprendes, pero a la vez te felicito. Me da gusto que estés enamorada y seas correspondida. Yo, en cambio, me he metido en un lío enorme y no veo cómo salir de él.
- Pues podrías empezar explicándole al Señor Cuthbert que Candy para tí no es una hermana, sino una amiga muy querida. Y también deberías disculparte con Candy por no haberla presentado debidamente.
- ¿A qué te refieres? la presenté como "Candice Andrew".
- Ahí te equivocas William. Podías haber aclarado que era una amiga tuya. Pero como fuiste tan impreciso, James Cuthbert asumió lo obvio y decidió buscar la amistad de Candy. ¿Nunca le has preguntado a Candy si desea conservar tu apellido? Mientras no aclares estas cosas, no veo cómo puedas cortejarla. Y lo que menos debes hacer es alejarle los moscardones. Candy no es de tu propiedad, y puede ser que el Señor Cuthbert le resulte simpático.

Estaba yo asustado al oír todo esto, pero es verdad que nunca había consultado con Candy acerca de su papel dentro de la familia Andrew.

- Mae, ¿qué me aconsejas? Este fin de semana iré por Candy al Hogar de Pony y apenas tendremos tiempo de hablar en el trayecto, pues una vez que ella esté aquí tendremos que lidiar con el entrometido de Cuthbert.
-Tu no te preocupes, ya lo distraeré yo. Lo importante es que cuando veas a Candy te disculpes con ella y le preguntes cómo prefiere ella que la presentes a los demás.
- Pues ya le dijo a James que yo soy su hermano adoptivo.
- No asumas nada. Si Candy fue tan ambigua como tú es probable que él se haya imaginado lo de "hermanos adoptivos". Venga, no te desanimes, y piensa bien lo que vamos a hacer este fin de semana. Te prometo que haré todo lo posible por distraerlo de tu pupila, si crees que eso ayuda en algo.

Que bueno es contar con una amiga como Mae. Puedo decir que hablar con ella me dejó un poco más tranquilo, pero sólo un poco...

jueves, febrero 22, 2007

James Cuthbert

A veces George me desespera. Hoy me comentó que ayer un mensajero entregó una carta personal para Candy en la residencia Andrew, y que él se ofreció a llevarla al Hogar de Pony. Me dijo también que a su regreso trajo una carta para Annie, y yo, estúpidamente, asumí que quien le había escrito a Candy era Annie. Como si Annie no supiera bien que Candy se mantiene tan lejos como puede de la residencia Andrew.

En fin, que la dichosa carta no fue enviada por Annie, por supuesto, sino por el imbécil de James Cuthbert, quien hoy vino a discutir una vez más sobre los riesgos de invertir en Arabia en estos momentos. Lo primero que hizo fue preguntarme por mi hermana, y al ver que no entendía de qué me hablaba, me explicó que le había enviado una nota ayer a Candice.

La culpa es mía por no aclarar mi relación con Candy cuando los presenté, pero como me tomó totalmente de sorpresa tampoco se me ocurrió qué decirle. Apenas le expliqué que Candy trabajaba como enfermera en un orfanatorio fuera de la ciudad. En lugar de aclarar nuestro inexistente parentezco, terminé por darle las señas del Hogar de Pony de mala gana.

¡Cómo soy estúpido! ¿Qué pensará Candy cuando James se presente sin avisar? Garrapateé una nota y le ordené a George que se la llevara de inmediato. No fui muy amable con él, pero es que debió aclarar que la nota para Candy no la había escrito Annie.

Mi nota decía lo siguiente:

"Candy, hoy el Señor James Cuthbert me dijo que te había escrito ayer porque deseaba conocerte mejor. Sin pensarlo bien, le expliqué dónde vivías y es muy posible que vaya a verte. Espero no haber cometido una indiscresión. Tengo ganas de verte yo también. ¿Quieres venir conmigo este fin de semana? Podríamos enseñarle la ciudad a Mae".

Como la escribí de prisa, no pensé bien en lo que ponía, y ahora me arrepiento de no haber sido más amigable y, sobretodo, de no disculparme por no presentarla debidamente aquél día.

lunes, febrero 19, 2007

Pesadilla

Me he despertado a mitad de la noche soñando con Mae. Teníamos una vez más la discusión de siempre:
-¿Por qué dices que a la larga volverás a Chicago?
- Es mi destino.
- No existe el destino, excepto el que uno escoge. Si tú quisieras, podrías vivir en cualquier otro sitio del mundo. Podrías quedarte aquí y volverte granjero, y nunca más preocuparte por tu familia.
- No entiendes nada.
- Porque no me explicas nada.

Granjero yo, en Rhodesia. Explotando a los nativos y tolerando las injusticias que el gobierno británico les imponía... eso nunca. Pero en vez de decirle a Mae lo que yo pensaba, guardaba silencio. Siempre fue así, incluso cuando nos despedimos.

- ... pero si no es nada tuyo, ni tu hija ni tu hermana. ¿No puede buscarla alguien más?
- ¿No ves que no tiene a nadie? ¿Qué va a ser de ella?
- Ya tiene quince años. Si no sabe ser agradecida contigo no veo por qué tienes que ir a rogarle que regrese a estudiar. ¿Qué no te das cuenta de que es un capricho de adolescente?
- No hables así, Candy no es ni malagradecida ni caprichosa...
- Pues que lo demuestre. Que ella misma te explique su comportamiento.
- Mae... no puedo hablar contigo ahora. Tengo que irme cuanto antes.

¿Por qué no trataba nunca de hablar con ella? Me desesperaban sus ideas preconcebidas, pero no hacía nada por justificar mi comportamiento. Traté de hablar con Mae una vez más justo antes de irme. No deseaba perderla, pero era incapaz de justificar mi partida. Aún recuerdo lo último que nos dijimos.

- ¿Te vas ya?
- Sí, ya tengo todo listo. Sólo vine a despedirme y pedirte que por lo menos me dejes seguir siendo tu amigo.
- ¿Amigos?¿Es decir que hasta ahora sólo hemos sido amigos?
- Sabes lo que quiero decir.
- Sí lo sé muy bien William. Incluso mejor que tú.
- Te escribiré.
- Véte ya y no hagas promesas que sabes que no vas a cumplir.

Me fui convencido de que iba a demostrarle que sí sabía cumplir mis promesas, pero es verdad que nunca le escribí. Tuvo que ser ella quien lo hiciera.

domingo, febrero 18, 2007

Un Carácter Impredecible

Otro día. Éste ha sido tranquilo. No me puedo quitar de la cabeza la alegría del encuentro con Mae, pero también el desasosiego que sentí más tarde al notar a Candy tan extraña y distante conmigo. Debería estar contento porque Mae está aquí en Chicago y puedo contar con una amiga en estos momentos. Pero no puedo dejar de pensar que tal vez estoy por perder la amistad de Candy.

Ayer se comportó de manera muy poco común en ella. No entiendo nada, por la mañana, cuando recién nos encontramos, Candy era la misma de siempre, efusiva y alegre. Cinco minutos más tarde se veía melancólica; en el zoológico me comenzó a hablar con un tono de preocupación, luego demasiado reservada o tímida en la confitería... luego misteriosa y por último... enojada, hasta agresiva conmigo, diría.

¿Querrá alejarse de mí? De otra manera no veo por qué inició esa misteriosa conversaciónen el zoológico sobre "ser una molestia para mí". Pero entonces, ¿por qué se mostró feliz de verme, por qué eligió visitarme? ¿Y por qué se comportó así con Mae? ¿Qué tiene ella que ver con lo tonto que yo haya sido en los últimos tiempos o lo mal que haya manejado las cosas? Ayer pude notar que a Candy le sorprendía la familiaridad con la que Mae y yo nos hablábamos. Quizás también le resulte curioso que tengan personalidades bastante similares, la misma vocacióny hasta un ligero parecido físico. Si alguien debería haberle caído muy bien de primera, esa debería haber sido Mae. Ambas son espontáneas, trabajadoras, llenas de vida y simpáticas. Bueno, al menos Mae. Candy no fue precisamente muy simpática ayer.

Mae, por su parte, no es ninguna tonta. Si bien nunca le hablé de Candy sino como de una hermana, es claro que ya en África había sospechado que en el fondo Candy ocupaba y ocuparía un lugar en mi corazón mucho más grande que el que yo mismo reconocía.

Candy, te amo... Siempre has sido dulce y comprensiva, ¿por qué ahora no logras perdonarme? Si he pecado de algo es en quererte, eso no puede ser así tan malo, tan ofensivo para tí... ¿o sí?

Todo esto me deprime tanto. Desde hace unos días había renacido la esperanza en mí de que algún día me amara. Ahora esa posibilidad me parece más lejana que nunca. ¿Será que aunque se me parta el corazón, tengo que empezar a resignarme a seguir con mi vida sin que ésta gire en torno a Candy?

Por Elena

sábado, febrero 17, 2007

Encuentros Inesperados

Vaya día agitado, alegre y triste a la vez, el de hoy.

Terminé bastante temprano con todo el trabajo pendiente y ya me disponía apartir de regreso a Lakewood ¡cuando me topé con Candy en la calle, a punto de entrar a la oficina! Me contó que decidió venir a Chicago porque ya ni sabía cuántas cartas había recibido del Dr. Martin
reclamando que lo fuera a visitar. Además había querido aprovechar la ocasión para
encontrarse con Annie y que ésta le ayudara a conseguir telas para ropa de los niños del Hogar. Pensó que de paso podría visitarme.

Su amplia sonrisa, la forma en que saltó a mis brazos y, sobretodo, la forma en que me dijo, en voz muy baja, casi un susurro, que me había extrañado, me llenaron de dicha y esperanza. Por miedo a meter la pata otra vez de alguna manera, sólo susurré "yo también, princesa".

Ella me miró con sus ojitos brillantes, me daban ganas de apretarla otra vez contra mí y comerla a besos, pero justo entonces se nos acercó el grupo de caballeros con los que había cerrado un trato unos momentos antes. Me ví obligado a presentarles a Candy, sobretodo porque era obvio que morían de curiosidad por saber quién era esa chica a quién saludé tan efusivamente (siempre olvido que ahora la gente presta atención a todo lo que haga, qué fastidio).

Por un instante dudé sobre cómo presentar a Candy. Muchos se sorprenderían al ver que mi "pupila" es toda una mujercita apenas más joven que yo. Además, prefiero no referirme así a Candy estando ella presente. Temo que el sólo hecho de usar esas palabras le recuerde que soy su "Tío William" y que le cueste verme sencillamente como su amigo Albert. Así que simplemente dije: "Oh, les presento a la Srita. Candice Andrew". Todavía se estarán preguntando qué grado de parentesco hay entre nosotros.

James Cuthbert la miraba de arriba a abajo. No lo culpo. Candy se veía realmente hermosa.
Candy es toda una mujer, ¡y lamentablemente no soy el único que lo nota! Me siento tonto, pero me da celos el sólo pensar que la miren así.

Finalmente se marcharon y le sugerí a Candy dar una vuelta por el zoológico antes de llevarla de regreso al Hogar de Pony. Candy estaba muy callada, con una timidez no habitual en ella. No tengo idea de qué pasó, me pregunto si sintió la insistente mirada del tonto de James Cuthbert. Durante el trayecto apenas dijo nada.

Sólo cuando ya estábamos sentados en un banco disfrutando la cálida tarde, por fin abrió la boca, aunque no me miraba. Comenzó a hablar precipitadamente, disculpándose por haber irrumpido si previo aviso en la oficina, diciendo que no quería causarme problemas...

No entendí nada y ya le iba a explicar que ella podía ir a verme cuando quisiera y que para mí era hermoso poder pasar un tiempo con ella... pero otra vez nos interrumpieron.

- ¡William querido!! ¡Caramba, qué sorpresa! No, qué digo, pero si es lógico que estuvieras aquí y que de todos los lugares, nos encontráramos en éste precisamente! Qué bien que por fin nos vemos!

¡Mae! Era la voz de Mae! ¡Qué alegría! Nos dimos un fuerte abrazo, sólo al verla de nuevo caí en cuenta de cuánto la había extrañado. Sigue tan sonriente y llena de vida como siempre, noha cambiado ni un ápice desde la última vez que nos vimos salvo que esta vez llevaba un elegante vestido y su abundante cabello rojizo en un moño, y no cayendo en ondas traviesas, como antes. Las pocas pecas que el sol africano dejó en sus mejillas, su franca sonrisa y lo pícaro de su mirada hacen que siga pareciéndose a Candy. Quise presentarlas y contarle a Candy que era ella de quien le había hablado en mis cartas, ella quien sin querer habia jugado un rol tan importante en el descubrimiento de su vocación como enfermera. Mae quiso acercarse a Candy para saludarla y se enredó con la falda de su propio vestido. No pude evitar largar una carcajada: todavía se maneja torpemente con los coquetos, largos y complicados vestidos que las damas llevan en Chicago.

Ella aparentó fastidio y me reprochó: ¿acaso no me crees capaz de lucir como una dama?", siguiéndole el juego aparenté estar preocupado por haberla ofendido y le comenté que en realidad sí se veía muy elegante y realmente bonita, solo que un tantito torpe y entonces ya no aguantamos otra carcajada y ella misma señaló:"Ni modo, tienes razón, aunque la vistan de seda, la mona, mona queda!" ¡Qué chica tan alegre y linda!

Finalmente le presenté a "Candice", entonces Mae abrió bien grande sus ojos miel, le dirigió una amigable sonrisa a Candy para enseguida volver la mirada amí, guiñarme un ojo y agregar ya de nuevo mirando a Candy: "¡Cielos! Por finconozco a la famosa Candice! Pero si no tienes nada de la chiquilla que me había imaginado". Candy se ruborizó, sorprendida por la confianza con la que Mae lehabló, pero no fue la única, yo también me puse nervioso.

Nos dirigimos a una confitería, donde Mae nos contó que adelantó su llegada a Chicago sin haber recibido mi carta, y que cuando quiso localizarme y George ledijo que había partido temprano del trabajo, sospechó que podía tener suerte buscándome en el zoológico.

Candy dio un brinco al escuchar este último comentario, y se sumió aún más en sus pensamientos, melancólica. ¿Será por lo que sea que estaba a punto de comentarme cuando llegó Mae? Lamentablemente no podía preguntarle estando Mae con nosotros.

Mae obviamente se moría de ganas de conocer mejor a Candy, sobretodo al enterarse de que ella me había cuidado cuando perdí la memoria. Estaba muy impresionada por el hecho de que Candy se hubiese costeado sus propios estudios sin ayuda de nadie, y más le impresionaba que hubiese estado dispuesta a renunciar a su trabajo para seguir cuidándome. Era evidente que Candy estaba incómoda, y en un momento tuve que darle un ligero pisotón a Mae por debajo dela mesa, esperando que comprendiera que quería que fuera más discreta. Mae dio un brinco, pero avispada como siempre, en seguida comprendió lo que ocurría, me hizo un guiño y llevó la conversación a terrenos más "seguros".

Candy apenas habló, dando respuestas extremadamente escuetas aquí y allí. Se hacía tarde, y aún debía conducirla hasta el Hogar, así que acompañamos a Mae hasta la casa de su tía - donde vivirá mientras se quede en Chicago - y seguimos caminando.

Pasaban los minutos y los kilómetros y Candy seguía sumida en un profundo silencio. Quise romper una vez más el hielo y comencé a explicarle un poco mejor algunos detalles de mi vida
en África.

Le comenté que Mae era una chica excelente con un corazón de oro en quien cualquiera podía confiar. Le dije que ya tendrían muchas oportunidades de hablarcon más calma y que entonces se podrían conocer mejor y volverse grandes amigas.

Fue entonces que Candy se volteó bruscamente hacia mí. Con un tono muy poco amigable me dijo "¡Ya basta, Albert! Esa chica me dejó aturdida ya demás, ¿qué no ves que estoy cansada? Fue un día muy largo, sólo quiero llegar a casa y dormir".

Me quedé mudo. Nunca me miró así o habló en la cara con ese tono. ¡Candy no es así, de humor cambiante o antipática! ¿Será que en el fondo no ha olvidado o no puede sentirse igual conmigo luego del incidente del beso, mi ausencia, mi carta y todo ese malentendido?

Candy durmió el resto del viaje y despertó sólo cuando detuve el motor del autoal llegar al Hogar, apenas me dijo "gracias por traerme", me saludó rápida yfríamente y salió corriendo hacia la puerta del Hogar. No me invitó a pasar, nime pidió ayuda para llevar los paquetes. Me sentí profundamente desilusionado.

Contribuido por Elena

viernes, febrero 16, 2007

Domingo

El día empezó bien, o por lo menos normal. Fuimos a la iglesia y después de paseo. Después de comer Candy se despidió de sus amigos y la llevé de regreso al Hogar de Pony.

De pronto, y sin que yo me lo esperara, Candy habló de mi noviazgo con Mae. ¿Será que me lee la mente? Le conté todo, incluso que terminamos cuando ella escapó del Colegio San Pablo, y que Mae no estaba de acuerdo en que yo la fuera a buscar. Soy un idiota. Debí decirle desde un principio que Mae fue mi novia. ¿Qué mas da? Al fin y al cabo ahora sólo somos amigos. En cambio no debí decirle que ella fue la causa de que Mae y yo termináramos. Creo que eso la puso triste. Hablamos de otras cosas, pero Candy no se animaba.

Cuando llegamos al Hogar de Pony se hizo el silencio. Le di las gracias por haber venido. Ella no dijo nada, tan sólo me dirigió una de esas miradas dulces que tanto me amargan la vida, porque me hacen desearla más que nunca. "No me mires así, Candy, o terminaré por besarte otra vez" me dije en voz baja.

Bajó del coche y se despidió. Me quedé afuera hasta que ella entró al Hogar, esperando que me mirase otra vez, pero no lo hizo.

jueves, febrero 15, 2007

Sábado

Los Leegan por fin se han ido a Florida. Mi hermana Sarah no desea saber nada de mí, así que no fui a despedirlos. En cambio, le pedí a George que trajera a Archie, Annie y Patty a Lakewood para que fueramos todos juntos a recoger a Candy. Celebramos la partida de los Leegan con un picnic en el parque de Chicago, y después cenamos en la residencia Andrew con mi tía Elroy. Candy estaba nerviosa, pero mi tía fue muy amable con ella y le agradeció los cuidados que me brindó durante mi enfermedad.

La tía Elroy va a estar muy sola sin los Leegan, yo creo que por eso quiere atraer a Candy otra vez. Pero tras tantas dificultades entre ellas, no va a ser fácil que sean amigas. Mi tía se disculpó después de la cena y no nos quiso acompañar a pasear por el lago. Archie y yo estuvimos hablando del inminente regreso de sus padres, quienes ya no desean vivir en Arabia. A Archie le va a ser difícil acostumbrarse a vivir con ellos otra vez.

Le pedí a Candy que se quedara con Archie y conmigo en la mansión Andrew, pero prefirió pasar esta noche en casa de los Brighten con Patty y con Annie.

Candy tiene derecho a quedarse en la mansión Andrew cuando quiera, y yo tenía ganas de insistir en ello, pero de nuevo temo que me malinterprete. Si no quiso quedarse con nosotros es probablemente porque no se lleva bien con la tía Elroy, aunque algo me dice que tal vez quiera evitar el contacto conmigo. ¡Si tan sólo me hablara claro!

miércoles, febrero 14, 2007

Candy y Mae

Quería escribirle una respuesta breve a Mae, pidiéndole más detalles sobre cuándo vendrá a Chicago. Pero me extendí demasiado contándole todas mis peripecias desde que nos vimos hasta ahora. Releyendo la carta, me doy cuenta de que le hablo más sobre Candy que sobre mí. En fin, así verá que no he cambiado nada.

Salí temprano de Chicago para poder ir hasta el Hogar de Pony y contarle a Candy sobre Mae. Después de lo ocurrido, no deseo imponerle mi presencia, pero no me pareció una mala excusa para verla otra vez.

Me recibió muy alegre, si bien la noté nerviosa. Me invitó a tomar té y acepté. Le comenté sobre Mae, para saber también si se interesa por conocerla, y parece ser que así es. Me hizo algunas preguntas, pero me descontroló cuando quiso saber si Mae había tenido novio en África. Le contensté cualquier cosa sin ser muy preciso, pero ahora me arrepiento por no decirle la verdad. Sin tener aún una respuesta de Mae no nos podremos poner de acuerdo, pero mientras tanto no me pareció mal vernos este fin de semana. Le dije que podíamos ir de paseo por Chicago y ella aceptó de inmediato.

¡Qué bien! ¡Un fin de semana con Candy! Volví a casa montado en una nube.

lunes, febrero 12, 2007

Special Entry

I'm writing this entry in English because I've noticed that a few people are using online translations to figure out what's going on here. I've taken a look at a few tools and decided to share my opinion of them:

http://translate.google.com
It does a good job of recognizing special signs and conjugated verbs, even reflexive ones, with very few exceptions. Still, it is unable to use context to realize whether the direct object is male or female, and constantly substitutes with the pronoun "it" without using "him" or "her". It tends to use the pronoun "he" for both male and female. I guess this happens with all translation tools and one has to learn to live with it. If unsure about the meaning of a word, it offers two choices, which is quite nice.

http://babelfish.altavista.com/
This is the same technology that Yahoo uses. It is better than Google in recognizing conjugated forms and also offers choices for ambiguous words.

http://webtranslation.imtranslator.net/
Not bad, comparable in quality to Google or Babelfish, but it has an ugly interface.

http://www.appliedlanguage.com
Not bad, either. I can hardly tell the difference between the results from this tool and those from Babelfish, except that It does seem to have a slightly wider vocabulary.

http://freetranslation.com
It doesn't even recognize special characters. Any Spanish word that includes them is not translated and, even worse, weird charachters are included, so even if you knew a little Spanish it would be very confusing.

http://www2.worldlingo.com/
So far the best translation tool. The pronouns still have the wrong sex, but all conjugated verbs are recognized and in general the translation makes sense. I recommend it over the other tools.
Please keep in mind that the only type of translation was from Spanish to English. Results may vary when translating into different languages.

That's it, I hope you enjoy the entries. Feel free to leave a comment or email me.

Una carta inesperada

Hoy llegó a mis manos una carta de Mae. La envió a nuestras oficinas de Chicago, en un intento por localizarme. ¡Mae! cuando nos separamos dije que seguiríamos siendo amigos, pero yo perdí la memoria de inmediato y cuando me recuperé mi preocupación principal era Candy. Pensaba que Mae no querría saber más de mí, pero me equivoqué. Me escribe en un tono amistoso y cuenta que hace más de un año regresó a América, y que pronto vendrá a Chicago.

Mi relación con Mae en África fue muy breve, pero creo que éramos felices. No supe abrirme y hacerle saber todas mis preocupaciones y obligaciones, y en cambio le reproché su falta de comprensión. ¿Cómo iba a comprenderme, si yo mismo no estaba dispuesto a explicar lo que me sucedía?

Nuestro error, según ella escribe, no fue el no saber comunicarnos, sino el haber pensado que donde sólo había amistad podía haber algo más. ¿Será verdad? Trato de recordar cómo me sentía a su lado en África, y termino otra vez pensando en Candy. Tal vez sea cierto que nunca estuve enamorado de Mae. Pero, ¿quién dice que de la amistad no puede surgir el amor? Estoy seguro de que lo que siento por Candy es amor, independientemente de nuestra amistad. Eso sí, me temo que ella no sentirá nunca amor por mí.

¡Candy! Ahora que recuerdo, mis cartas desde África, en las que le hablaba de Mae, la motivaron a estudiar enfermería. Ese dato tengo que compartirlo con Mae. Quiero que sepa que ella fue fuente de inspiración para mi pupila. También quiero que vea todo lo que Candy logró por su propio pie y sin ayuda de nadie.

sábado, febrero 10, 2007

Amigos de nuevo

Lo primero que hice esta mañana fue salir de madrugada hacia el Hogar de Pony. Me llevé el auto que era de mi padre, el mismo que se descompuso aquella vez que fui a buscar a Candy cuando cayó en la trampa de Neal. Me sorprendí muchísimo cuando a medio camino me crucé con una carreta tirada por dos mulas. En ella viajaba Candy, quien al verme agitó los brazos y comenzó a llamarme. Estúpidamente me distraje y me salí del camino, para la algarabía del dueño de la carreta y un par de chiquillos que acompañaban a Candy. El coche quedó en una hondonada, pero no me fue difícil empujarlo para sacarlo. Candy se despidió del carretero e hizo lo posible por ayudarme, pero la risa se lo impedía.

-Albert, ¿qué es lo que te ocurre? Parece que ya no sabes conducir.-decía.
-Lo que me ocurre, precisamente, es que me has hecho perder la concentración.

Ella no dejaba de reír y poco a poco fui riendo yo también por mi distracción. Cuando por fin logramos sacar el coche al camino otra vez le pregunté a dónde se dirigía.

-Bueno, como ya te habrás imaginado, iba precisamente a verte.... ¿ibas a visiterme tú también?
-Por supuesto, Candy. ¿Creías que iba a ignorar tu nota de ayer?

Ella bajó la mirada y se sonrojó.

-Bueno, la verdad es que no pensé bien las cosas al escribirla. Me arrepentí de haberla enviado y por ello iba a buscarte, para decirte que no es verdad que ya no te considero mi amigo.

Al oír esas palabras, mi corazón se agitó y la tomé de las manos.

-Candy, - le dije- cuando te besé fue por impulso, lo reconozco. Pero también algo en ese instante me hizo pensar que me correspondías..... tu silencio en cambio me obligó a comprobar que no era así, y que te había malinterpretado. Tienes razón, debí decirte todo esto de frente, pero estaba muy avergonzado y confundido. No sé por qué pensé sería mejor plasmarlo todo en papel.

Candy seguía sin levantar la mirada, tan sólo asintió y se aclaró un poco la garganta.

- Albert, ese día yo estaba feliz de volver a casa y estar con mis amigos y maestras. También me sentí muy triste por haber perdido a Stear y a Anthony..... cuando me repetiste las mismas palabras que el príncipe de la colina fueron demasiadas emociones para mí. Tras tantos años de convencerme de que no eras más que una fantasía de niña, descubrí que ese muchacho con quien yo soñaba eres tú, mi amigo de carne y hueso... sólo quise comprobar que de verdad eras tú. No te estaba pidiendo un beso.

- Eso lo sé ahora Candy, y admito que fui un idiota. No sólo por besarte sino por no hablar sobre ello contigo.

Era muy triste para mí escuchar de su propia boca que ella no habría deseado besarme ese día. Pero a la vez me alegraba de poder hablar las cosas con ella, y mi miedo a meter la pata otra vez me hizo proceder con prudencia.

- Candy, ¿quieres seguir siendo mi amiga, como hasta ahora?

Ella finalmente levantó la mirada, pero aún procedía con timidez.

-Por supuesto Albert. Perdóname por enviarte esa nota. Siempre serás mi mejor amigo.
-Perdóname tú, Candy, por ser tan irreflexivo.

De repente, y sin que yo me lo esperara, Candy me abrazó. Fue hermoso sentir el contacto físico con ella otra vez... no me había dado cuenta lo mucho que me faltaba. Fue un abrazo breve, y cuando nos separamos, por un instante creí ver en su mirada algo más que amistad, pero no la besé. ¿Se dará cuenta Candy de la forma en que me mira? ¿O será que yo me engaño a mi mísmo, y creo ver señales inexistentes? Tras unos segundos, ambos bajamos la mirada.

-Seguiremos siendo amigos entonces.
-Sí, como siempre, buenos amigos.
-¿Quieres que te lleve de regreso al Hogar de Pony?
-Te lo agradecería mucho.

Durante el trayecto le hablé de los problemas familiares y de la situación de las empresas. Sé que es un tema que no le interesa, pero consideré necesario hacerle saber qué es lo que me tiene tan ocupado. Además, ¿qué se le dice a una chica a quien uno acaba de declarale su amor si ella no le corresponde? De algo había que hablar, y al fin y al cabo ella va a ser mi heredera, y debe estar al tanto de estas cosas. Candy me escuchaba pero estaba distraída. En cuanto llegamos al hogar de Pony ella bajó del auto de un salto, se alejó unos pasos y se volteó hacia mí.

-¡Gracias por todo Albert!- me dijo, agitando una mano.
-Gracias a ti, Candy.-dije devolviéndole el saludo.

Pasé el resto del día en Chicago. Estoy más tranquilo, ahora que sé que Candy aún es mi amiga. Lo único que me inquieta es que aún no acabo de entender a Candy. Por un lado, me parece que ella también podría quererme, pero por otro lado, no dijo nada al respecto.

viernes, febrero 09, 2007

La carta de Candy

Esta mañana vino a verme Archie. Ayer fue al Hogar de Pony junto con Annie, y antes de ir vinieron a verme a mi oficina pero mi secretaria no los recibió, pues estaba yo en una junta con los accionistas. Archie dijo que Candy había preguntado por mí y que estaba extraña, que parecía distraída y que cada vez que mencionaban mi nombre mostraba fastidio. Candy aprovechó para mandarme una nota con Archie, la cual transcribo a continuación:

Albert,

No sé por qué piensas que puedes aclarar las cosas por medio de cartas sin venir a verme personalmente. Sé que estas muy ocupado, por lo que me dicen Annie y Archie, pero creo que si de verdad este asunto te pareciera tan importante ya habrías venido en persona. Tu misiva, tan ambigua, no hizo más que herirme y confundirme. Me decepcionaste Albert. No te reconozco, y no sé si puedo volver a ver en ti al amigo que tuve siempre. Lamento mucho que tengas pocas amistades, pero piensa que tal vez el problema sea que no sabes conservarlas.

Ni siquiera se molestó en firmarla. Nunca sentí a Candy tan dura, y lo que dice me hiere en el alma. Es verdad que tengo pocos amigos. ¿Será de verdad por culpa mía? Este asunto me ha hecho pensar en Mae de nuevo. Aún ahora no sé hasta qué punto la quise más como amiga que como novia. No he vuelto a saber de ella, pero supongo que seguirá en África, o quizás haya vuelto a América a causa de la guerra. ¿Podríamos ser amigos, después de mi partida precipitada? Creo que no. Ella nunca entendió mis responsabilidades, y yo nunca tuve el ánimo de explicarle nada. Pues es verdad, no sé conservar a mis amistades. Candy, ¿por qué no me enseñas cómo?

Ahora sé que enviarle una carta en lugar de ir a verla fue un error irreparable. Me veo como lo que soy: un gusano cobarde, infantil y estúpido. ¡Caramba, soy un hombre y me comporté como niño! Pero lo que mas me dolió no fue mi orgullo, sino cuando leí que se sentia decepcionada por mí: sentí que ya había perdido esa amistad hermosa y espontánea que teníamos... y a la vez senti morir toda ilusión cuando lei que no reconocía en mi al "amigo" de siempre.

"Amigo". No dijo "Albert" ni usó ningún término mas cariñoso. Solo "amigo", y ni siquiera dijo que lo fuéramos, mas bien que no me reconocía como tal en la carta que le envié.

Menos mal que tengo copia de esa carta. La leo y la releo y sigo sin entender por qué Candy la encuentra ambigua. ¿Acaso no me disculpé por mi acto irreflexivo de besarla? ¿No le aclaré mis sentimientos por ella? ¿No soy sincero al decir que quiero seguir siendo su amigo? ¿Dónde está la ambigüedad?

Es evidente que no vemos las cosas de la misma manera. Pero siento que lo arruiné todo. Fui demasiado impulsivo y encima arruiné la oportunidad de remediar un poco el estropicio que causé al no controlar mi deseo por ella. Me siento realmente miserable y totalmente perdido. Estoy furioso conmigo mismo.

Salí a cabalgar bien entrada la noche, necesitaba despejar mi cabeza, pero no hubo caso, en todo momento seguia pensando en Candy y sintiendo un nudo en la garganta.

No puedo dejar esto así. No puedo hacer que me ame, menos habiendo apresurado
las cosas. No puedo deshacer lo hecho... pero tengo que recuperarla como amigo al menos. No puedo vivir sin Candy. Realmente siento que no podría.

Estoy agotado, solo quiero dormir para no pensar en nada, pero espero que mañana, mas descansado, se me ocurra qué decirle y que hacer cuando vaya a verla al Hogar de Pony.

Porque no me puedo quedar aqui sin hacer nada. Tengo que ir a verla y hablar con ella cuanto antes. Eso, o toda posibilidad de tenerla cerca en mi vida, aunque sea solo como amiga, estará perdida.


Por Elena y Pioggia.

miércoles, febrero 07, 2007

La guerra y los Andrew


Hojeando este diario, me doy cuenta de lo mucho que he cambiado desde que lo inicié. No sólo porque en aquél entonces yo ignoraba mi pasado, sino porque no tenía tantas responsabilidades y preocupaciones. Recuerdo la desesperación que sentía al no recordar quien era, y ahora me parece que no disfruté debidamente de esos momentos de ignorancia.

De momento la familia entera se vuelve a mí buscando consejo. Mi tía ya no puede llevar la batuta como antes, pues la muerte de Stear la ha hecho envejecer aún más. Y yo no tengo la experiencia suficiente para saber qué puede ser lo más conveniente, sobretodo en estos tiempos de guerra e incertidumbre. Sudáfrica ha enviado tropas a los territorios alemanes en África de Oeste. Varios de los amigos que tuve cuando estuve ahí fueron reclutados. En Arabia, independientemente de la guerra en Europa, el rey está conquistando cada vez más territorios e imponiendo la ley islámica. Los padres de Archie desean volver a América, pero es mal momento para abandonar los negocios de la zona: la guerra hará que aumente aún más la demanda de petróleo. De hecho, los ingleses han ocupado la Mesopotamia precisamente para asegurarse de su propio suministro. Me duele pensar en todos nuestros empleados en Arabia. Y más me pesa saber que el futuro de mi familia en todos los aspectos está en mis manos.

Lo más asqueroso de todo esto es que la guerra nos está haciendo aún más ricos de lo que ya éramos. El hundimiento del Lusitania fue una simple advertencia para los hombres de negocios de Estados Unidos, pero muchos inocentes perdieron la vida. La versión oficial sigue siendo que se trataba sólo de un barco de pasajeros y que los alemanes cometieron un error.

Y yo, leyendo y releyendo todo esto, trato de conservar la cabeza fría para decidir qué es lo mejor para nuestros accionistas, nuestros empleados y para toda la familia, sin contar con el consejo o el apoyo de nadie. Quisiera que Candy regresara conmigo a Lakewood. En realidad, quisiera huir con ella y desaparecer no sé dónde. Me conformaría con poder conversar con ella como antes, cuando yo era un don nadie y ella mi enfermera. Necesito verla y tratar de recuperar nuestra amistad, pero no sé por dónde empezar.

lunes, febrero 05, 2007

Sin respuesta

Apenas había desaparecido George de mi vista con la carta para Candy cuando me arrepentí de haberla enviado. No me reconozco. Siempre he tomado decisiones con facilidad, pero desde el beso en la colina dudo de todos mis actos.

George volvió sin noticas de Candy, y la verdad no sé por qué me sorprende. ¿Qué esperaba, que ella escribiera una respuesta de inmediato? Imposible. Sobretodo considerando mi cobardía al no ir personalmente a verla. Supongo que me enviará una carta tarde o temprano. Hasta entonces, no sé cómo lograré seguir la rutina de todos los días. Cada vez pierdo más tiempo en Chicago y llego más tarde a Lakewood. No sé que me asusta más: volver a Lakewood, donde abundan los recuerdos de Candy, o quedarme en Chicago, sumido en problemas familiares. Corren rumores de que América se unirá a la guerra y mis hermanas temen por sus hijos. Yo mismo podría ser reclutado. Hablan de irnos a Sudáfrica o Arabia, pero sólo pienso en que tengo el corazón enganchado en la Colina de Pony.

Debería ir a ver a Candy. O escribirle otra carta. No puedo quedarme sin hacer nada.