sábado, febrero 17, 2007

Encuentros Inesperados

Vaya día agitado, alegre y triste a la vez, el de hoy.

Terminé bastante temprano con todo el trabajo pendiente y ya me disponía apartir de regreso a Lakewood ¡cuando me topé con Candy en la calle, a punto de entrar a la oficina! Me contó que decidió venir a Chicago porque ya ni sabía cuántas cartas había recibido del Dr. Martin
reclamando que lo fuera a visitar. Además había querido aprovechar la ocasión para
encontrarse con Annie y que ésta le ayudara a conseguir telas para ropa de los niños del Hogar. Pensó que de paso podría visitarme.

Su amplia sonrisa, la forma en que saltó a mis brazos y, sobretodo, la forma en que me dijo, en voz muy baja, casi un susurro, que me había extrañado, me llenaron de dicha y esperanza. Por miedo a meter la pata otra vez de alguna manera, sólo susurré "yo también, princesa".

Ella me miró con sus ojitos brillantes, me daban ganas de apretarla otra vez contra mí y comerla a besos, pero justo entonces se nos acercó el grupo de caballeros con los que había cerrado un trato unos momentos antes. Me ví obligado a presentarles a Candy, sobretodo porque era obvio que morían de curiosidad por saber quién era esa chica a quién saludé tan efusivamente (siempre olvido que ahora la gente presta atención a todo lo que haga, qué fastidio).

Por un instante dudé sobre cómo presentar a Candy. Muchos se sorprenderían al ver que mi "pupila" es toda una mujercita apenas más joven que yo. Además, prefiero no referirme así a Candy estando ella presente. Temo que el sólo hecho de usar esas palabras le recuerde que soy su "Tío William" y que le cueste verme sencillamente como su amigo Albert. Así que simplemente dije: "Oh, les presento a la Srita. Candice Andrew". Todavía se estarán preguntando qué grado de parentesco hay entre nosotros.

James Cuthbert la miraba de arriba a abajo. No lo culpo. Candy se veía realmente hermosa.
Candy es toda una mujer, ¡y lamentablemente no soy el único que lo nota! Me siento tonto, pero me da celos el sólo pensar que la miren así.

Finalmente se marcharon y le sugerí a Candy dar una vuelta por el zoológico antes de llevarla de regreso al Hogar de Pony. Candy estaba muy callada, con una timidez no habitual en ella. No tengo idea de qué pasó, me pregunto si sintió la insistente mirada del tonto de James Cuthbert. Durante el trayecto apenas dijo nada.

Sólo cuando ya estábamos sentados en un banco disfrutando la cálida tarde, por fin abrió la boca, aunque no me miraba. Comenzó a hablar precipitadamente, disculpándose por haber irrumpido si previo aviso en la oficina, diciendo que no quería causarme problemas...

No entendí nada y ya le iba a explicar que ella podía ir a verme cuando quisiera y que para mí era hermoso poder pasar un tiempo con ella... pero otra vez nos interrumpieron.

- ¡William querido!! ¡Caramba, qué sorpresa! No, qué digo, pero si es lógico que estuvieras aquí y que de todos los lugares, nos encontráramos en éste precisamente! Qué bien que por fin nos vemos!

¡Mae! Era la voz de Mae! ¡Qué alegría! Nos dimos un fuerte abrazo, sólo al verla de nuevo caí en cuenta de cuánto la había extrañado. Sigue tan sonriente y llena de vida como siempre, noha cambiado ni un ápice desde la última vez que nos vimos salvo que esta vez llevaba un elegante vestido y su abundante cabello rojizo en un moño, y no cayendo en ondas traviesas, como antes. Las pocas pecas que el sol africano dejó en sus mejillas, su franca sonrisa y lo pícaro de su mirada hacen que siga pareciéndose a Candy. Quise presentarlas y contarle a Candy que era ella de quien le había hablado en mis cartas, ella quien sin querer habia jugado un rol tan importante en el descubrimiento de su vocación como enfermera. Mae quiso acercarse a Candy para saludarla y se enredó con la falda de su propio vestido. No pude evitar largar una carcajada: todavía se maneja torpemente con los coquetos, largos y complicados vestidos que las damas llevan en Chicago.

Ella aparentó fastidio y me reprochó: ¿acaso no me crees capaz de lucir como una dama?", siguiéndole el juego aparenté estar preocupado por haberla ofendido y le comenté que en realidad sí se veía muy elegante y realmente bonita, solo que un tantito torpe y entonces ya no aguantamos otra carcajada y ella misma señaló:"Ni modo, tienes razón, aunque la vistan de seda, la mona, mona queda!" ¡Qué chica tan alegre y linda!

Finalmente le presenté a "Candice", entonces Mae abrió bien grande sus ojos miel, le dirigió una amigable sonrisa a Candy para enseguida volver la mirada amí, guiñarme un ojo y agregar ya de nuevo mirando a Candy: "¡Cielos! Por finconozco a la famosa Candice! Pero si no tienes nada de la chiquilla que me había imaginado". Candy se ruborizó, sorprendida por la confianza con la que Mae lehabló, pero no fue la única, yo también me puse nervioso.

Nos dirigimos a una confitería, donde Mae nos contó que adelantó su llegada a Chicago sin haber recibido mi carta, y que cuando quiso localizarme y George ledijo que había partido temprano del trabajo, sospechó que podía tener suerte buscándome en el zoológico.

Candy dio un brinco al escuchar este último comentario, y se sumió aún más en sus pensamientos, melancólica. ¿Será por lo que sea que estaba a punto de comentarme cuando llegó Mae? Lamentablemente no podía preguntarle estando Mae con nosotros.

Mae obviamente se moría de ganas de conocer mejor a Candy, sobretodo al enterarse de que ella me había cuidado cuando perdí la memoria. Estaba muy impresionada por el hecho de que Candy se hubiese costeado sus propios estudios sin ayuda de nadie, y más le impresionaba que hubiese estado dispuesta a renunciar a su trabajo para seguir cuidándome. Era evidente que Candy estaba incómoda, y en un momento tuve que darle un ligero pisotón a Mae por debajo dela mesa, esperando que comprendiera que quería que fuera más discreta. Mae dio un brinco, pero avispada como siempre, en seguida comprendió lo que ocurría, me hizo un guiño y llevó la conversación a terrenos más "seguros".

Candy apenas habló, dando respuestas extremadamente escuetas aquí y allí. Se hacía tarde, y aún debía conducirla hasta el Hogar, así que acompañamos a Mae hasta la casa de su tía - donde vivirá mientras se quede en Chicago - y seguimos caminando.

Pasaban los minutos y los kilómetros y Candy seguía sumida en un profundo silencio. Quise romper una vez más el hielo y comencé a explicarle un poco mejor algunos detalles de mi vida
en África.

Le comenté que Mae era una chica excelente con un corazón de oro en quien cualquiera podía confiar. Le dije que ya tendrían muchas oportunidades de hablarcon más calma y que entonces se podrían conocer mejor y volverse grandes amigas.

Fue entonces que Candy se volteó bruscamente hacia mí. Con un tono muy poco amigable me dijo "¡Ya basta, Albert! Esa chica me dejó aturdida ya demás, ¿qué no ves que estoy cansada? Fue un día muy largo, sólo quiero llegar a casa y dormir".

Me quedé mudo. Nunca me miró así o habló en la cara con ese tono. ¡Candy no es así, de humor cambiante o antipática! ¿Será que en el fondo no ha olvidado o no puede sentirse igual conmigo luego del incidente del beso, mi ausencia, mi carta y todo ese malentendido?

Candy durmió el resto del viaje y despertó sólo cuando detuve el motor del autoal llegar al Hogar, apenas me dijo "gracias por traerme", me saludó rápida yfríamente y salió corriendo hacia la puerta del Hogar. No me invitó a pasar, nime pidió ayuda para llevar los paquetes. Me sentí profundamente desilusionado.

Contribuido por Elena

1 comentario:

Princess Airin dijo...

Candy está celosa!
Candy está celosa!

Pero en el fondo me alegro que Albert no lo vea asi, puesto que podría ilusionarse en vano.