lunes, febrero 19, 2007

Pesadilla

Me he despertado a mitad de la noche soñando con Mae. Teníamos una vez más la discusión de siempre:
-¿Por qué dices que a la larga volverás a Chicago?
- Es mi destino.
- No existe el destino, excepto el que uno escoge. Si tú quisieras, podrías vivir en cualquier otro sitio del mundo. Podrías quedarte aquí y volverte granjero, y nunca más preocuparte por tu familia.
- No entiendes nada.
- Porque no me explicas nada.

Granjero yo, en Rhodesia. Explotando a los nativos y tolerando las injusticias que el gobierno británico les imponía... eso nunca. Pero en vez de decirle a Mae lo que yo pensaba, guardaba silencio. Siempre fue así, incluso cuando nos despedimos.

- ... pero si no es nada tuyo, ni tu hija ni tu hermana. ¿No puede buscarla alguien más?
- ¿No ves que no tiene a nadie? ¿Qué va a ser de ella?
- Ya tiene quince años. Si no sabe ser agradecida contigo no veo por qué tienes que ir a rogarle que regrese a estudiar. ¿Qué no te das cuenta de que es un capricho de adolescente?
- No hables así, Candy no es ni malagradecida ni caprichosa...
- Pues que lo demuestre. Que ella misma te explique su comportamiento.
- Mae... no puedo hablar contigo ahora. Tengo que irme cuanto antes.

¿Por qué no trataba nunca de hablar con ella? Me desesperaban sus ideas preconcebidas, pero no hacía nada por justificar mi comportamiento. Traté de hablar con Mae una vez más justo antes de irme. No deseaba perderla, pero era incapaz de justificar mi partida. Aún recuerdo lo último que nos dijimos.

- ¿Te vas ya?
- Sí, ya tengo todo listo. Sólo vine a despedirme y pedirte que por lo menos me dejes seguir siendo tu amigo.
- ¿Amigos?¿Es decir que hasta ahora sólo hemos sido amigos?
- Sabes lo que quiero decir.
- Sí lo sé muy bien William. Incluso mejor que tú.
- Te escribiré.
- Véte ya y no hagas promesas que sabes que no vas a cumplir.

Me fui convencido de que iba a demostrarle que sí sabía cumplir mis promesas, pero es verdad que nunca le escribí. Tuvo que ser ella quien lo hiciera.

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