miércoles, septiembre 27, 2006

Distintos, pero parecidos

Hoy tuve que ir a Chicago, y antes de volver a Lakewood pasé a visitar a mi familia. Sé que mi hermana Sarah partirá pronto a Florida con sus hijos, y quise desearle buen viaje. No debí molestarme. Ella me culpa de la depresión de Neal y me asegura que yo seré responsable si Neal cumple su amenaza y perdemos otro miembro de la familia en la guerra. Le dije lo que pienso: que Neal es un chico caprichosoque está acostumbrado a tomar lo que se le antoja a la fuerza, que ya es bastante grave, pero peor es cuando se pretende hacer lo mismo con las personas. No dije más, aunque de Neal hay mucho por discutir, y es que caí en la cuenta de que yo también había robado un beso por capricho, sin detenerme a pensar qué era lo que sentía Candy por mí.

Me digo que no es igual, que al menos lo mío fue un error. Pero tal vez en el fondo, Neil y yo no somos tan distintos. Ambos crecimos en ambientes donde no se nos negaba nada y la servidumbre tenía que cumplir nuestros caprichos. Volví a sentirme muy solo al volver a Lakewood. Quiero ir a ver a Candy y pedirle que me perdone, que por favor vuelva conmigo. Pero, ¿no sería eso equivalente a imponerle lo que yo deseo? Desearía pedirle consejo a George, pero a la vez siento que esto que me ocurre no debe saberlo nadie.

domingo, septiembre 24, 2006

Ansiedad

Pronto se cumplirá una semana y Archie regresará al Hogar de Pony para traer a Annie y a Patty de regreso. George me preguntó si pienso ir yo también, y no supe qué contestarle. Ansío ver a Candy de nuevo y hablar con ella, pero no quiero hacerlo en el hogar de Pony, donde es imposible estar a solas.

Pero si no voy, perderé la oportunidad de verla otra vez, y yo necesito saber que por lo menos puedo mirarla a los ojos de nuevo. ¿Me reprochará el beso? Tal vez. Bastante me lo reprocho yo. No sé si logremos recuperar nuestra amistad, mucho menos si algún día logre que ella me quiera más que como a un amigo, pero debo hacer el intento.

miércoles, septiembre 20, 2006

Recuerdos

Tengo tantos documentos que leer y firmar que apenas tengo tiempo de pensar en lo que debería hacer o decir cuando vuelva al hogar de Pony. Pero los recuerdos de lo ocurrido me distraen constantemente.

¿Cuánto tiempo había transcurrido desde la última vez que besé a una mujer? Mucho tiempo. Desde aquella estancia en Rhodesia con Mae. ¿Me habré fijado en Mae porque se parecía a Candy? ¿Me enamoré después de Candy por su parecido con Mae? No sé en qué momento dejé de ver en Candy a la niña traviesa que necesitaba protección. Tampoco sé bien a bien cuándo empecé a ver en ella esta mujer maravillosa en la que se ha convertido.

Recuerdo los días en Londres, cuando Terry y yo nos hicimos amigos. Él se reía de Candy, de sus travesuras y hasta de sus pecas. Yo reía con él, pero me daba cuenta de la admiración que Terry sentía por ella, y el brillo de su mirada me hacía saber que se estaba enamorando de Candy. Adiviné entonces que Candy tal vez terminaría por enamorase de Terry a su vez, lo cual me preocupaba un poco... era la preocupación natural de un tutor... ¿o quizá celos o envidia? No creo que fuesen celos. Yo no veía en Candy más que a mi pupila. Creo que más bien era la envidia de ver cómo dos almas solitarias como la mía finalmente se hacían compañía.

Creo comprender mejor a Terry ahora. Ambos crecimos sintiéndonos muy solos y agobiados por la responsabilidad de pertenecer a familias prominentes, con deseos de rebelarnos. Yo encontraba consuelo en mis animales y alguna que otra escapada por Chicago. En cambio Terry se volvió un chico irrespetuoso que buscaba pleitos con quienfuera. En más de una ocasión hirió los sentimientos de Candy, pero terminó por darse cuenta de que ella lo comprendía como nadie...

Me alegro de no haberme entrometido, pues Candy era capaz de amar a Terry a pesar de sus groserías ocasionales, y Terry también quería mucho a Candy. Se divertían mucho juntos y se comprendían el uno al otro. Lo que ocurrió ese verano en Escocia los transformó a ambos, y al comprobar que ella era feliz en el colegio San Pablo y se había adaptado bien, partí hacia África en busca de aventuras... conocí a Mae... incluso la mencioné en una de las cartas que le escribí a Candy.

Es una pena que no me enterase antes del problema que ocasionó la expulsión de Candy. Stear, Archie y hasta la misma Candy pensaban que el tío William la echaría de la familia. Incluso Terry dejó el colegio para evitar las represalias que el tío William tomaría contra ella a raíz de su expulsión. Si yo hubiera estado allí tal vez le habría contado la verdad a Candy, para que ella y sus amigos estuvieran tranquilos respecto a su adopción. Y de paso para poner a Elisa en su lugar.

Pero no supe de lo sucedido hasta que Candy ya había huido del colegio. Emprendí el regreso a América de inmediato, lo cual ocasionó mi ruptura cona Mae. Pobrecilla, ella nunca entendió la responsabilidad que yo sentía hacia Candy y sentía celos de mi relación con ella. Tal vez sus celos tenían fundamentos, pero en esos momentos yo no lo sabía.

Candy era para mí una niña, y al haberla adoptado sentía que debía protegerla y asegurarme de su bienestar. Pero cuando me convertí en su paciente sin recordar el pasado cambiaron mis sentimientos hacia ella. La guerra y el incidente de la bomba que me dejó convalesciente interrumpieron mis planes de buscarla, contarle la verdad y acogerla de nuevo en la familia.

Y ahora que conseguí mi objetivo y Candy lo sabe todo, ahora que su lugar en la familia está asegurado, ella ha querido dejarme y volver al hogar de Pony. Y yo, como un tonto, eché a perder nuestra amistad con un beso impulsivo. Quizá la perdí para siempre. Si es así, no podré perdonarme.

domingo, septiembre 17, 2006

Tras el beso...

Ayer no pude terminar de escribir lo ocurrido, solté el llanto como un niño al escribir sobre el incidente en la colina. Estoy desesperado y arrepentido por haber cedido ante el impulso de besar a Candy. Lo peor es que apenas fue un beso. Recuerdo con más viveza la sensación de estar abrazados, el temblor de Candy y mi propio nudo en la garganta. Apenas logro evocar la sensación de sus labios entre los míos, en cambio todavía me angustia la certeza que sentí de inmediato sobre haber estropeado todo. Estuvimos abrazados unos segundos más, pero al separarnos, Candy esquivó mi mirada.

- Nos esperan para preparar la cena - me dijo. No supe qué responder.

Nos encaminamos hacia el Hogar de Pony, Candy caminando delante de mí y no a mi lado. Recuperé la voz y me detuve, tomándola de la mano.

-Candy, perdóname. ¿estás enfadada conmigo?

Ella me miró entonces, con mucha dulzura, pero también con tristeza.

-No lo sé Albert. Estoy muy confundida...- y sin soltar mi mano, siguió caminando hacia el hogar de Pony. Yo me dejé llevar sin saber qué más decir.

La cena transcurrió sin incidentes... bueno, hubo muchas anécdotas que contar, tuve que narrar un poco mi historia de nuevo, y Candy y yo estuvimos respondiendo las preguntas de la Srita Pony, la hermana María y los chiquillos. Cada vez que sorprendía a Candy mirándome el corazón me daba un salto en el pecho. ¿Era reproche lo que transmitía su mirada? ¿O tal vez deseo?

Archie y yo lavamos los platos mientras las chicas ayudaban a recoger la mesa. Yo deseaba hablar con Candy, pero ella seguía charlando con los demás.

Tras la cena busqué el momento de estar con ella, pero fue imposible. No es que me evitara, ¿o sí? Jugaba con los niños y les contaba historias, mientras Annie le contaba a las maestras sobre su vida con los Brighten. Cuando los niños fueron a la cama Candy volvió a participar en la conversación, pero sin darme jamás la oportunidad de estar con ella a solas.

Era ya de noche y Patty hablaba sobre ir a dormir. Archie bostezaba y me daba a entender que ya era hora de irnos. Nos despedimos y partimos sin que yo pudiera hablar de nuevo con Candy.

Y aunque lo hubiera hecho, ¿qué podía haber dicho? ¿Que me perdonara por haberla besado? ¿Que me dejara darle otro beso?

jueves, septiembre 14, 2006

Paréntesis

Entre que ya empezaron las clases y que estoy corta de ideas no he hecho grandes cambios por acá. Sin embargo, si alguien desea comentar sobre lo escrito hasta ahora adelante, tomaré en cuenta críticas y sugerencias.
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Piò

viernes, septiembre 08, 2006

El día más dulce

Hoy salió Candy al hogar de Pony. Fue primero a Chicago, a despedirse del Dr. Martin. Yo aproveché entonces para ir por los amigos de Candy y llevar al hogar de Pony los víveres necesarios para una bienvenida digna de Candy.

La Srita Pony y la hermana María nos recibieron con entusiasmo. Estaban muy contentas de ver de nuevo a Annie y me agradecieron todo lo que he hecho por Candy. No tienen nada que agradecer, soy yo quien debería estar agradecido, pues si no fuera por ellas, Candy no sería la muchacha alegre y amable que tan bien supo cuidarme cuando me hizo falta.

Hacía mucho tiempo sentía ganas de volver a la colina donde conocí a Candy hace tantos años... no sé por qué nunca lo hice. Dejé a los demás esperando a Candy y me fui a explorar. La colina es un sitio hermoso. Ahí, bajo un gran árbol, se contempla un paisaje precioso de campos y bosques que recorre un arroyito. Bajo ese árbol estaba yo, pensando si debía o no decirle a Candy que yo la había conocido allí cuando ella era aún muy pequeña y yo tenía diecisiete años. En eso pude ver a Candy, corriendo hacia donde yo estaba. Iba a salir a su encuentro cuando noté que estaba llorando.

Sin darme cuenta de lo que hacía, le dije en voz alta que era mucho más linda cuando sonreía... Ella me oyó y, aunque me reconoció de inmediato, dudó un poco antes de correr a mis brazos. Cuando lo hizo, me abrazó con mucho cariño, como nunca antes. No sabía por qué estaba tan emocionada, hasta que levantó la cabeza y me preguntó: "Albert, tu eres mi príncipe, ¿verdad?" Debí responderle, y confirmar de una vez lo que ella ya sabía, que ese chico que ella conoció hace tantos años en la colina era yo. Pero al ver su carita sonriente, tan cerca de mí, y esa mirada tan dulce, no pude evitar acercar mi rostro al suyo y rozar sus labios con los míos. Fue un instante apenas, pero no quise prolongarlo, angustiado de pronto por lo que había hecho. Tras el breve beso seguí abrazándola, con mi rostro hundido entre sus cabellos y sintiendo cómo ella temblaba de emoción, sin que ninguno de los dos supiera qué hacer.

martes, septiembre 05, 2006

Adiós de nuevo

No es fácil dejar partir a Candy, pero alguna vez le prometí que nunca me opondría a su voluntad. ¿Recordará ella la otra promesa que me hizo? Aquella vez, en el paseo que dimos en coche por el bosque, en la colina que se parecía a lo de Pony, le hice prometerme que siempre compartiría todo conmigo: penas y alegrías.

No le he recordado su promesa, pues no quiero hacerla sentir mal por su decisión. Yo sé que a Candy le gusta sentirse útil y ayudar a los demás. Y aunque en la clínica del Dr. Martin cumple esa función, en el hogar de Pony estará más cerca de los niños, y tendrá la compañía de la Srita. Pony y la hermana María, que tanto la quieren.

Ellas dos deben ser unas personas estupendas, pues Candy las quiere mucho y siempre habla bien de ellas. Creo que me gustaría conocerlas. Podría acompañar a Candy al hogar de Pony. O, mejor aún, organizar una comida para todos los niños y soprender a Candy. Ella está ahora con el Dr. Martin despidiéndose de él. Eso me da tiempo para planear las cosas con George. ¿Debería invitar también a Annie? Ella alguna vez mencionó que echaba de menos a sus maestras... es más, deberíamos ir todos: Annie, Archie y Patty. Así Candy sentirá el apoyo de sus amigos ante su nueva decisión. Y yo tendré la oportunidad de convivir con ella una última vez antes de despedirnos.

lunes, septiembre 04, 2006

Carta para Candy

Candy recibió una carta de la hermana María y la Señorita Pony, quienes están muy contentas de saber que por fin me ha encontrado, y bastante sorprendidas también al conocer la verdad sobre mí. También la han invitado a regresar al hogar de Pony.

Dije una vez que yo deseaba que Candy fuera libre. Mentí. La quiero ver feliz, pero a mi lado siempre. En cambio ella me confesó que desea aceptar la invitación para volver al hogar de Pony de manera permanente y trabajar ahí. ¿Qué puedo hacer? No puedo obligarla a quedarse.

Siento un dolor muy grande. ¿Cómo pude acostumbrarme a su compañía en tan pocos días? Siento que aún nos queda mucho por compartir, que aún puedo ganarme su afecto, pero si se va tan pronto no va a poder ser.

Me digo que el hogar de Pony no está lejos, y que podré visitarla con frecuencia. Pero es muy triste pensar que otra vez estaré solo.

sábado, septiembre 02, 2006

Charla con Archie

Candy y yo hemos pasado unos días hermosos en Lakewood y la verdad es que no hemos echado de menos a nadie. Pero hoy vinieron a visitarnos Archie y Annie, y fue muy agradable convivir con ellos de nuevo, ahora sabiendo quién soy yo en realidad. Archie sigue muy dolido por la muerte de Stear y hablaba muy poco. Aún así, él y yo teníamos muchísimas cosas que decirnos. Bastó una mirada para que Candy se diera cuenta de que yo deseaba estar a solas con Archie. Entre risas le pidió a Annie que la acompañara para mostrarle las rosas de Anthony, y así fue como Archie y yo nos quedamos solos.

Archie y yo tratamos de hablar sobre nuestros lazos familiares. Yo soy, después de todo, el hermano menor de su madre. Pero Archie creció lejos de sus padres y apenas veía a su madre una o dos veces al año. Yo ni siquiera la vi con esa frecuencia. Cuando yo nací, ella ya estaba casada y no vivía con nosotros. De quien hablamos largo y tendido fue de la tía Elroy. Ella fue mi tutora durante mi infancia, hasta que ella vino a instalarse a Lakewood con mis tres sobrinos. Ambos estamos de acuerdo en que fue una tutora muy exigente, pero también generosa. Y los dos sentimos que su actitud hacia Candy se debió a los chismes de los Leegan, sobretodo de Elisa.

Es curioso que siendo mi sobrino, nos unen más los recuerdos del zoológico en Londres y mi convalescencia en Chicago. Si no hubiera sido por Candy, seríamos dos extraños.