Candy y yo hemos pasado unos días hermosos en Lakewood y la verdad es que no hemos echado de menos a nadie. Pero hoy vinieron a visitarnos Archie y Annie, y fue muy agradable convivir con ellos de nuevo, ahora sabiendo quién soy yo en realidad. Archie sigue muy dolido por la muerte de Stear y hablaba muy poco. Aún así, él y yo teníamos muchísimas cosas que decirnos. Bastó una mirada para que Candy se diera cuenta de que yo deseaba estar a solas con Archie. Entre risas le pidió a Annie que la acompañara para mostrarle las rosas de Anthony, y así fue como Archie y yo nos quedamos solos.
Archie y yo tratamos de hablar sobre nuestros lazos familiares. Yo soy, después de todo, el hermano menor de su madre. Pero Archie creció lejos de sus padres y apenas veía a su madre una o dos veces al año. Yo ni siquiera la vi con esa frecuencia. Cuando yo nací, ella ya estaba casada y no vivía con nosotros. De quien hablamos largo y tendido fue de la tía Elroy. Ella fue mi tutora durante mi infancia, hasta que ella vino a instalarse a Lakewood con mis tres sobrinos. Ambos estamos de acuerdo en que fue una tutora muy exigente, pero también generosa. Y los dos sentimos que su actitud hacia Candy se debió a los chismes de los Leegan, sobretodo de Elisa.
Es curioso que siendo mi sobrino, nos unen más los recuerdos del zoológico en Londres y mi convalescencia en Chicago. Si no hubiera sido por Candy, seríamos dos extraños.
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