Hoy tuve que ir a Chicago, y antes de volver a Lakewood pasé a visitar a mi familia. Sé que mi hermana Sarah partirá pronto a Florida con sus hijos, y quise desearle buen viaje. No debí molestarme. Ella me culpa de la depresión de Neal y me asegura que yo seré responsable si Neal cumple su amenaza y perdemos otro miembro de la familia en la guerra. Le dije lo que pienso: que Neal es un chico caprichosoque está acostumbrado a tomar lo que se le antoja a la fuerza, que ya es bastante grave, pero peor es cuando se pretende hacer lo mismo con las personas. No dije más, aunque de Neal hay mucho por discutir, y es que caí en la cuenta de que yo también había robado un beso por capricho, sin detenerme a pensar qué era lo que sentía Candy por mí.
Me digo que no es igual, que al menos lo mío fue un error. Pero tal vez en el fondo, Neil y yo no somos tan distintos. Ambos crecimos en ambientes donde no se nos negaba nada y la servidumbre tenía que cumplir nuestros caprichos. Volví a sentirme muy solo al volver a Lakewood. Quiero ir a ver a Candy y pedirle que me perdone, que por favor vuelva conmigo. Pero, ¿no sería eso equivalente a imponerle lo que yo deseo? Desearía pedirle consejo a George, pero a la vez siento que esto que me ocurre no debe saberlo nadie.
1 comentario:
Pobre Albert, estar tan solo con ese torrente de sentimientos encontrados y no tener a nadie en quien confiar...
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