jueves, mayo 11, 2006

Candy es muy dulce

Con qué alegría sale a trabajar cada mañana. Y aunque trabaja muy duro todo el día, sonríe siempre que llega a casa.

Su vida no fue fácil. Ella dice que fue muy feliz en el orfanatorio, pero está claro que saberse huérfana la entristecía. Todos sus amigos fueron adoptados menos ella. Y su estancia en casa de los Leegan como dama de compañía suena a pesadilla. No hacían más que maltratarla y despreciarla, además de hacerla trabajar como sirvienta y alojarla en los establos. Incluso ahora, que ella es hija adoptiva de William Andrew, los Leegan no la reconocen como miembro de la familia. Por añadidura, el tío William no responde a las cartas de Candy desde que ella dejó el colegio en Londres.

Alguien con un pasado tan triste, ¿no merece acaso un futuro mejor? Me gustaría hacerla feliz para siempre. Pero no soy nadie, no puedo darle nada. Apenas sirvo para mantener la casa limpia, hacer la comida, lo que sea para agradecer lo que ha hecho por mí. Y sí, confieso, lo hago también con la esperanza de que ella, algún día, me quiera un poco más que como hermano.

Dios mío, que Candy no encuentre nunca este diario. Me moriría de vergüenza.

No hay comentarios: