Terminé por comprarme otro coche, a ver si las vecinas dejan de murmurar cada vez que me subo al coche de un desconocido. No es un coche nuevo, pues no deseo llamar la atención, pero por lo menos no se va a quedar tirado por ahí. A Candy le gustó mucho el coche, pero prudentemente me aconseja administrarme mejor. Río para mis adentros, Candy es la única Andrew que cuida bien el dinero. Me divierto trayéndole peqeños obsequios a Candy, como un abrigo nuevo o simplemente bombones. Aún no es el momento de que regresemos con los Andrew, pero yo quiero que goce de los lujos que el resto de la familia suele darse.
Ella es verdaderamente parte de la familia para mí. No somos hermanos, por supuesto, y Dios sabe que lo que siento por ella no tiene nada que ver con el cariño fraternal. Pero no hay nadie en mi familia que me haya hecho tan feliz como Candy, y yo necesito corresponderle de alguna manera, aunque sea con regalos insignificantes.
Ya no necesito transporte, pero los mensajeros de George siguen viniendo con frecuencia. Además, sin que yo lo solicitara, contrató guardaespaldas que hacen rondas alrededor de la casa como si yo fuera una valiosa pieza de museo. Crecí rodeado por personal de seguridad desde mi infancia y en general no me molesta su presencia, pero las vecinas no están nada a gusto con gente extraña merodeando por acá. Le pedí a George que retirara a los guardaespaldas, por lo menos. Vivimos en una zona bastante tranquila y mientras nadie sepa mi verdadera identidad no creo estar corriendo ningún riesgo.
2 comentarios:
Hola Pio !!!
que excelente escrito,me gusta mucho de la manera como describes todo amiga,eres jenial que bueno que seguiremos leyendo mas del diario de Albert, esta estupensamente bello, me fascina en cantidad amiga mia.
besos Ana Ruth..
Hola!
De verdad que eres genial al escribir todo eso... sigue porfavor!
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